© 2019 Economist Newspaper Ltd, Londres. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

Madrid.

España enfrenta su cuarta elección en cuatro años. “Lo he intentado por todos los medios, pero nos lo han hecho imposible”. Así lo expresó el socialista Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España, cuando se le acabó el plazo en sus esfuerzos por articular un pacto de gobierno, lo que condenó con toda certeza a los españoles a votar nuevamente el 10 de noviembre, en lo que será la cuarta elección general en cuatro años.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

En teoría, sus esfuerzos podrían haberse alargado hasta el 20 de setiembre, pero su declaración marcó el inicio de una nueva campaña electoral. Fue un intento por compartir la culpa con otros líderes políticos que dicen que solo le pertenece a él, un fracaso que tiene causas tanto personales como estructurales y del cual casi ninguno sale bien librado.

OFERTA Y ERROR

Los socialistas de Sánchez ganaron la mayoría de los votos en la elección de abril, pero con 123 escaños (de 350) quedaron muy por debajo de alcanzar la mayoría. Sus opciones fueron limitadas desde el principio por la negativa a considerar cualquier tipo de acuerdo de Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, un partido de centro-derecha con 57 curules. En unas torpes negociaciones en julio, el equipo de Sánchez ofreció un gobierno de coalición y algunos jugosos puestos en el gabinete a Podemos, un partido de izquierda con 42 escaños.

En un error de juicio que lamentaría poco después, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, rechazó la oferta. Cuando las negociaciones se reanudaron el mes pasado, los socialistas retiraron su invitación a formar una coalición porque habían perdido la confianza en su socio potencial, según afirmaron.

Una oferta de último minuto de Rivera de abstenerse de votar para instalar un nuevo gobierno si Sánchez prometía una postura más severa contra los nacionalistas vascos y catalanes se percibió más como un primer golpe en el juego de atribución de culpas que como una propuesta seria.

El equipo de Sánchez calcula que ganará más escaños en noviembre. Las encuestas sugieren que podrían estar en lo correcto, que a la oposición conservadora del Partido Popular (PP) también le irá bien y que los electores votarán en contra de los tres partidos más nuevos: Ciudadanos, Podemos y el partido de derecha Vox.

El surgimiento de estos nuevos partidos fue un reflejo de la ira popular, primero por la crisis bancaria y la recesión económica del período 2008-2013 y luego por el intento ilegal de independencia de los separatistas del gobierno regional de Cataluña en el 2017. A medida que el sistema político se ha venido fragmentado desde el 2015, el país ha sido condenado a una serie de gobiernos minoritarios débiles.

VEREDICTO A SEPARATISTAS

A los españoles en general les gusta votar, posiblemente porque ese derecho les fue negado durante cuarenta años bajo la dictadura del “Generalísimo” Francisco Franco. Pero están probando su paciencia.

El primer riesgo para Sánchez es que la participación caiga considerablemente del 76% obtenido en abril. Una participación menor tiende a perjudicar de manera desproporcionada a la izquierda. El segundo riesgo es que la votación de noviembre simplemente prolongue el estancamiento.

Se necesita con urgencia un gobierno fuerte, estable y reformador. La recuperación robusta de la economía ha disminuido considerablemente este año. Esa es una de las razones por las que los socialistas cambiaron de parecer respecto a Podemos: según José Ignacio Torreblanca, un politólogo de Madrid, esa coalición putativa habría implicado promesas atractivas pero inviables y Sánchez habría tenido que fungir como el policía malo que tiene que decir que no.

Este mes, el Tribunal Supremo emitirá su veredicto en el prolongado juicio de doce líderes separatistas catalanes por su responsabilidad en la pugna independentista inconstitucional. Si se imponen largas sentencias en prisión, podrían activarse focos de desobediencia civil en Cataluña.

BATALLA POR EL CENTRO

Muchos analistas desean que los líderes políticos de España adopten las prácticas de coalición de otras democracias europeas. No lo han hecho en parte porque el sistema de partidos sigue en un estado cambiante. “Todos los actores principales han sido hipertácticos”, afirmó un ex funcionario. “Son malos estrategas y no están midiendo bien sus palabras”.

Sánchez llegó al Palacio de la Moncloa por una mezcla de obstinación, audacia y un viraje a la izquierda. Pero no ha manejado bien los últimos meses. La elección de noviembre será una batalla por el centro. Cualquiera que sea el resultado, será necesario pactar para que la democracia española no sufra más daños.

Dejanos tu comentario