© 2018 Economist Newspaper Ltd, Londres. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

Es peor que el anterior, pero mejor que nada. “Puedo detener esto”, le dijo el principal asesor en economía de Trump a un asistente cuando el presidente se preparaba para firmar una carta con la que abandonaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte la primavera pasada. “Simplemente retiraré el documento de su escritorio”. El episodio, según se relata en el nuevo libro de Bob Woodward, un periodista, es un recordatorio de cuán frágil es que siga existiendo la zona de libre comercio más grande del mundo: “Uno de los peores tratados de todos los tiempos”, según la descripción de Trump.

Quizá se detuvo a Trump de echar por la borda el tratado, pero no de dañarlo. El 27 de agosto, México y Estados Unidos anunciaron que habían llegado a un acuerdo comercial bilateral. Siguieron cuatro días de negociación para incluir a Canadá. No se alcanzó ningún acuerdo. El 31 de agosto, Trump le notificó al Congreso de Estados Unidos su intención de “establecer un tratado comercial con México… y con Canadá si está dispuesta, de manera oportuna”. Tienen hasta el 29 de septiembre para llegar a un arreglo. Chrystia Freeland, la ministra de Relaciones Exteriores de Canadá, respondió de manera muy mesurada luego de que su país fue hecho a un lado por su mayor socio comercial, alabando a los negociadores estadounidenses por su buena fe y diciendo que las conversaciones continuarán.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Los canadienses no tienen más opción que morderse la lengua. Son quienes tienen más que perder. Un estudio del Banco de Pagos Internacionales encontró que la economía canadiense se contraería un 2,2% si el TLCAN desapareciera, en contraste con el 1,8% de la mexicana y solo el 0,2% de la estadounidense. El comercio canadiense representa casi el 65% de su economía. La mayor parte de ese comercio se da con su gigantesco vecino, que compró el 76% de sus exportaciones el año pasado y proporcionó un poco más del 51% de las importaciones. Trump ha amenazado con imponer aranceles a las exportaciones automotrices de Canadá, como ya lo ha hecho con los medios impresos (aunque se invalidaron después), el acero, el aluminio y los paneles solares.

Las tres economías se han integrado bajo el TLCAN, lo que las ha hecho más eficientes. Sin embargo, también torna a Canadá y México más vulnerables ante los cambios de políticas de parte de Estados Unidos. Piénsese en la fabricación de automóviles. La mayoría de los vehículos canadienses a los que Trump amenaza con imponer aranceles se producen en Canadá por marcas estadounidenses como General Motors, Ford y Fiat Chrysler, con piezas de México y Estados Unidos. Según un estimado, algunas piezas de cada auto cruzan las fronteras del TLCAN siete veces antes de que el producto quede terminado. En el 2016, las piezas y los vehículos de motor constituyeron una quinta parte del comercio físico entre Canadá y Estados Unidos (aunque eso incluye componentes que fueron y regresaron de un país al otro). El papeleo aduanal aumentaría sin el TLCAN, dice Laura Dawson, del Centro Wilson en Washington DC. “Si añades dos minutos por camión, habrá un caos”. Canadá calcula que, aunque Trump esté dispuesto a alterar industrias cuyas cadenas de suministro cruzan la frontera con este país, mentes más sabias detendrán su mano (desafortunadamente para los canadienses, el asesor que retiró la carta ya dejó su puesto en la Casa Blanca).

Cuando a principios del 2017 quedó claro que Trump hablaba en serio sobre modificar el tratado, Canadá aceleró su ofensiva encantadora. Los políticos de sus dos partidos principales cabildearon con congresistas y gobernadores de EEUU, y cortejaron a empresas y sindicatos. Anunciaron en casa el mensaje de que en el 2017 Estados Unidos había comerciado más productos con Canadá que con cualquier otro país excepto China (México ocupó el tercer lugar), y que 36 estados tienen a Canadá como su principal socio exportador. El intenso esfuerzo pareció dar frutos la semana pasada, cuando senadores de los dos partidos estadounidenses argumentaron a favor de un acuerdo trilateral. Trump reaccionó amenazando –de nuevo– con deshacer por completo el acuerdo.

No está claro qué sucedería si lo hiciera. En teoría, el Congreso podría aprobar una ley que bloquee su capacidad de retirarse y anular su veto. Sus acciones se llevarían a la corte, en medio de una enorme incertidumbre para las empresas y los inversionistas. Incluso la legalidad de presionar a favor de un acuerdo bilateral en el Congreso, habiendo prometido uno trilateral, es vaga.

Dejanos tu comentario