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Cuando el presidente Donald Trump tuiteó el 5 de agosto que los aranceles estaban funcionando “muchísimo”, los medios estadounidenses se aprestaron a poner a prueba esa aseveración.

En China, los editores actuaron con más mesura. Ninguno de los principales periódicos publicados en chino mencionó sus tuits. Si bien una de las afirmaciones –que el mercado de valores chino cayó un 27 por ciento en los últimos cuatro meses– fue una exageración, ningún activista de Pekín que se precie de serlo ahondaría en el tema. Es verdad que los valores chinos han sufrido una caída pronunciada, y los funcionarios no desean darle énfasis a ese hecho.

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Lo anterior solo es un ejemplo de entre una serie de situaciones extrañas que se han conjugado en contra de China justo cuando va escalando su guerra comercial con Estados Unidos. El yuan bajó un ocho por ciento con respecto al dólar desde el mes de abril, y se encuentra cerca de su valor más bajo en más de un año. Como consecuencia de una reducción en el superávit comercial, se produjo un déficit de cuenta corriente en el primer semestre del 2018, el primero de este tipo que sufre China por lo menos en dos décadas. En términos más generales, el crecimiento de China se ralentiza justo ahora que la economía de Estados Unidos crece a su ritmo más acelerado desde el 2014. Con razón Trump siente que va por buen rumbo y los inversionistas chinos están nerviosos.

Para agravar la situación de China, se ha presentado un efecto látigo. Hasta hace poco, tanto los funcionarios como los ejecutivos hablaban con total convicción acerca de su destreza tecnológica. En círculos privados, los asesores tenían la certeza de poder apaciguar a Trump con promesas de aumentar las importaciones de Estados Unidos. Ahora, ambas posturas parecen carecer de fundamento.

Un convenio para que China comprara más gas natural y soja a Estados Unidos fracasó en junio. Los funcionarios chinos están muy conscientes de su vulnerabilidad: si Estados Unidos hubiera mantenido las sanciones que impedían la venta de semiconductores a la gigante china de telecomunicaciones ZTE, esta se habría visto obligada a suspender operaciones. Quienes ven conspiraciones detrás de cualquier acontecimiento tienen una visión más pesimista.

“Los estadounidenses no quieren llegar a un acuerdo”, señaló un gestor de fondos. “Quieren acabar con nosotros”.

ASIMETRÍA INCÓMODA

La asimetría de la guerra comercial es otro hecho incómodo. Puesto que Estados Unidos le compra mucho más a China, también tiene más oportunidades de aplicar aranceles. Esta desigualdad, que ha sido objeto de prolongadas discusiones en teoría, está a punto de convertirse en una dura realidad. Trump ha instruido a su equipo comercial para que estudie la aplicación de aranceles del 25 por ciento a 200.000 millones de dólares en importaciones chinas ya desde septiembre, lo que llevaría el total afectado por aranceles a cerca de 250.000 millones de dólares, con la posibilidad de duplicar esa cantidad. El 3 de agosto, China anunció las medidas que podría tomar en represalia, que considera aranceles a importaciones estadounidenses equivalentes a 60.000 millones de dólares. Así, el total de importaciones afectadas por sus aranceles alcanzaría los 110.000 millones de dólares; no obstante, casi no le quedaría espacio de maniobra para aumentarlas.

China cuenta con otras armas. Puede afectar las lucrativas operaciones en China de algunas empresas estadounidenses, desde Apple hasta Starbucks. Sin embargo, esa medida tendría ciertas desventajas. Justificar sus acciones con acusaciones falsas, como, por ejemplo, violaciones a normas de salud, daría mayor sustento a las críticas del extranjero por la intervención del gobierno en la economía china. Peor aún, por su naturaleza, este tipo de interferencia, a diferencia de los aranceles, no puede anunciarse con anticipación, por lo que sus consecuencias tardarían más en sentirse.

RESULTADOS

El momento en que se presenta la guerra comercial es de lo más inconveniente para China. Desde hace dos años, el gobierno ha impulsado una campaña para controlar el nivel de endeudamiento. Ahora por fin ha comenzado a dar resultados, pues el crecimiento del crédito muestra una reducción notoria. Los funcionarios podrían optar por eliminar las medidas restrictivas para contrarrestar el trastorno comercial, pero esa decisión podría acabar con todo lo logrado gracias al desapalancamiento.

Por eso se han contenido hasta ahora. Durante una reunión del Buró Político el 31 de julio, los dirigentes chinos señalaron como prioridad respaldar el crecimiento en vista del “claro cambio” del ambiente externo, aunque también se comprometieron a dar continuidad a las medidas para controlar la deuda. Los inversionistas que esperaban una mayor expansión quedaron decepcionados.

Sí existen motivos para estar preocupados por las perspectivas de crecimiento de China. Sin embargo, quizá el pesimismo de los mercados no esté justificado.

Una posible conclusión ante los acontecimientos de las semanas recientes es que los responsables de las políticas chinas ahora aceptan la guerra comercial como una realidad y han comenzado a proteger su economía. El estímulo experimentado en las exportaciones debido a la caída del yuan, de alrededor del seis por ciento ponderado en función del comercio desde mediados de junio, debería ser “casi proporcional” a la caída producida por los primeros aranceles estadounidenses sobre 50.000 millones de dólares y parte de los siguientes, que afectarán 200.000 millones de dólares, indicó Andrew Tilton, principal economista para Asia de Goldman Sachs. También señala que, en otras medidas, China está cambiando a una política fiscal más activa. Los funcionarios les han facilitado a las ciudades la obtención de financiamiento para proyectos de infraestructura. Un asesor del gobierno comentó que están evaluando un estímulo mayor, que muy probablemente tendrá como objetivo promover el consumo en vez de la inversión.

El trasfondo económico de la guerra comercial también podría cambiar a lo largo del próximo año. Conforme China cambie poco a poco hacia una política expansiva, el crecimiento del crédito debería aumentar. Mientras tanto, Estados Unidos quizá alcance el punto más alto de su ciclo de crecimiento, pues se espera que se disipen las ganancias derivadas del recorte fiscal del año pasado.

Louis Kuijs, de la empresa de investigación Oxford Economics, afirmó que la divergencia en los mercados de valores de estos dos países quizá sea el reflejo de una confianza excesiva en Estados Unidos y cierta evaporación de la confianza en China. “Ambas reacciones me parecen exageradas”, opinó.

Puesto que no se vislumbra una pronta resolución a la guerra comercial, habrá suficiente tiempo para poner a prueba tal perspectiva.

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