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Sus conflictos deberían causar preocupación no solo en Europa y Estados Unidos, sino en todo el mundo.

Estados Unidos contribuyó como el resto de los países para crear la Europa de la posguerra. A finales de la década de los cuarenta y durante los años cincuenta, colaboró para crear el tratado que dio origen a la Unión Europea y la OTAN, la alianza militar que conquistó la Guerra Fría. Si bien parte de la motivación de Estados Unidos fue el altruismo, sobre todo actuó por interés propio. Después de haberse visto obligado a participar en dos guerras mundiales, quería acabar con la rivalidad franco-alemana, además de establecer algún tipo de defensa en contra de la amenaza soviética. Tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, la alianza garantizó la democracia en los estados recién liberados de Europa Oriental.

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Sin embargo, Estados Unidos y Europa sufren en la actualidad una fractura que los separa cada vez más. En la antesala de la cumbre que la OTAN celebrará en Bruselas los días 11 y 12 de julio, el ánimo está emponzoñado. El presidente Donald Trump ha acusado a los europeos de actuar de mala fe y no poner todo el empeño en sus acciones; por su parte, ellos lo acusan de franco vandalismo. Otra cumbre, que celebrarán Vladimir Putin y Trump en Helsinki el 16 de julio, podría ser el escenario de un espectáculo que antes habría sido inconcebible: que un presidente estadounidense trate a su contrincante ruso mejor de lo que ha tratado a sus aliados.

Incluso si ambas cumbres concluyen sin mayores controversias, lo cual es posible dado el deleite que le produce a Trump confundir a sus críticos, persistirá la situación, con prioridades distintas, convicciones divergentes y culturas políticas encontradas. La alianza occidental está en un predicamento, una situación que debería preocupar no solo a Europa y Estados Unidos, sino a todo el mundo.

En toda alianza se generan tensiones, pero las que sufre en este momento la alianza occidental afectan un sinnúmero de aspectos. Predomina un ambiente de exasperación entre Trump y sus generales por las medidas mínimas que han tomado varios miembros de la OTAN para cumplir la promesa de elevar su presupuesto militar a alrededor del dos por ciento de su producto interno bruto para el 2024. La derecha estadounidense tiende a condenar la postura europea de apoyar el acuerdo nuclear con Irán (que Trump decidió abandonar) y su actitud hacia Israel, que considera parcial. Además, miembros de ambos partidos encargados de definir la política pública consideran que, en vista de que la atención mundial ahora se centra en Asia, deben perder menos tiempo con los europeos quejumbrosos y escrupulosos.

Por si fuera poco, Trump acusa con toda fatuidad a la Unión Europea de estar “decidida a aprovecharse de Estados Unidos” y le reclama que sus relaciones comerciales son injustas. Encima, Europa se encuentra dividida. Al frente de Italia se encuentra una nueva coalición populista que simpatiza con Putin. También es el caso de Turquía, un miembro de la OTAN (pero no de la Unión Europea) que muestra hostilidad hacia los valores democráticos liberales que unen a la alianza. Quizá se avecine algo peor. Si en el Reino Unido gobernara el Partido Laborista, dirigido por Jeremy Corbyn, cuya larga trayectoria se distingue por su oposición al uso de armas en Occidente, su actitud hacia Estados Unidos sería de gran desconfianza, e incluso podría intentar salir de la OTAN.

EL PODER DEL MANDO SUPREMO ALIADO EN EUROPA

Este periódico está convencido de que vale la pena salvar a la Alianza Occidental. En un mundo peligroso y cada vez más autoritario, puede ser una fuente vital de seguridad y un bastión de la democracia. Sin embargo, la alianza no tiene garantizado el derecho de sobrevivir. Debe esforzarse continuamente para ganar su lugar. La pregunta en realidad es: ¿Cómo?

Para empezar, no hay por qué hacer más difícil la tarea. Europa debería hacer todo lo posible para oponerse al instinto de Trump de agrupar el comercio con la seguridad. Si insiste en colocarlos en la misma categoría, solo conseguirá mermar la seguridad de Occidente y hacerlo más pobre.

En segundo lugar, los partidarios de la alianza deben ser prácticos. Eso implica pagar el precio. Las quejas de Trump están bien fundadas con respecto a algunos países, como Alemania e Italia, que solo invirtieron respectivamente el 1,22 y el 1,13 por ciento de su producto interno bruto en defensa en el 2017. De hecho, podría ir más allá de las cifras. Una proporción muy reducida del gasto militar en realidad es útil; por ejemplo, más de un tercio del presupuesto de Bélgica se gasta en pensiones. Debería invertirse más en investigación y desarrollo, así como en equipo.

Para los aliados de Estados Unidos, ser prácticos también quiere decir mantenerse al día. Algunas colaboraciones, por ejemplo, en el área de ciberseguridad, harían más valiosa a la alianza para Estados Unidos. Una acción más urgente es que la OTAN debe mejorar todavía más su respuesta a las tácticas de desinformación e infiltración utilizadas por Rusia en Crimea y Ucrania oriental. La política tiene sus altas y sus bajas. En cambio, si se pierde la conexión militar, es muy difícil recuperarla. Ahora más que nunca, es crucial emprender acciones que proporcionen buenos cimientos a las relaciones de trabajo militar especialmente estrechas entre la OTAN.

Por último, ser práctico también quiere decir mantenerse unidos. Las negociaciones del brexit demuestran que la Unión Europea está dispuesta a separar al Reino Unido de las estructuras de seguridad del bloque cuando deje de ser uno de sus miembros. Si se toma en cuenta la experiencia militar del Reino Unido, así como el nivel de su industria armamentística y sus agencias de inteligencia, sería una decisión contraproducente. Por el contrario, los miembros de la Unión Europea deberían buscar la forma de establecer un vínculo con el Reino Unido, por ejemplo, promoviendo la Iniciativa Europea de Intervención propuesta por Francia, que busca crear una fuerza capaz de responder en caso de crisis. En otro momento, Estados Unidos habría considerado un plan de ese tipo como una amenaza para la OTAN. Ahora, podría funcionar como una garantía y como señal de que Europa está dispuesta a aceptar más responsabilidades.

LA LUCHA DE LAS IDEAS

Por último, nos referiremos a la batalla de las ideas. Si no existieran la OTAN y la UE, nadie pensaría en crearlas. Desde la época en que se disolvió la Unión Soviética, ha disminuido la percepción de que existe alguna amenaza y cada vez hay más obstáculos para realizar tareas de manera conjunta. Sin embargo, no quiere decir que la alianza trasatlántica sea “obsoleta”, como afirmó Trump en alguna ocasión. Las alianzas de Estados Unidos constituyen un bien que envidian tanto Rusia como China. La OTAN es un legado cuyo valor se ve multiplicado precisamente por ser irremplazable.

Todavía es necesario tener seguridad. Rusia no es la Unión Soviética, pero, como toda potencia en decadencia, se siente amenazada. Ha modernizado sus fuerzas y está preparada para desplegarlas. También persiste la necesidad de garantizar la democracia europea. En vista del avance gradual del autoritarismo en Polonia y Hungría, la Unión Europea y la OTAN pueden contribuir de nuevo a detener esos avances. Otra ventaja es que Europa ayuda a Estados Unidos a proyectar el poder, gracias a las bases, soldados y apoyo diplomático que por lo regular le brinda.

La OTAN es más frágil de lo que cree Trump. El punto central de este tratado es el compromiso de responder al ataque contra un miembro de la región del Atlántico Norte como si todos hubieran sido atacados. Las vacilaciones y la actitud hostil de Trump hacia Europa debilitan esa promesa, aunque solo sea porque revela su rechazo a la idea de que los países pequeños puedan tener los mismos derechos que los grandes. Asia observa con atención, al igual que Putin. Mientras más moleste Trump a sus aliados, más dudará el mundo de las garantías de seguridad que ofrece Estados Unidos. Después de todo, las grandes potencias compiten en una zona gris entre la guerra y la paz, así que corren el riesgo de equivocarse en sus cálculos.

Trump está convencido de que es un negociador experto que hace todo lo necesario para fortalecer a Estados Unidos. En el caso de Europa, al igual que en muchos otros, subestima lo que está perdiendo en el proceso.

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