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WASHINGTON

No tanto como cree el presidente Donald Trump.

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“Justin accedió a eliminar todos los aranceles y las demás barreras comerciales entre Canadá y Estados Unidos”, aseveró el presidente Donald Trump el 8 de junio durante la cumbre del Grupo de los 7 en Quebec; su comentario provocó algunas risas. Al día siguiente, Trump, el mismo que ha impuesto aranceles y cuotas a las importaciones de aluminio y acero de todos los integrantes del G7 y otros países, propuso con toda seriedad la adopción de un sistema de libre comercio dentro del grupo: “Sin aranceles, sin barreras. Así debe ser”.

En el transcurso de los dos días siguientes, resurgió un Trump más conocido. Después de que Trudeau declaró, durante una conferencia de prensa posterior a la cumbre, que Canadá no cedería ante ninguna presión, lo hizo blanco de un ataque de tuits en los que lo calificó de “muy deshonesto y débil”. También arremetió en contra de Europa mediante otro tuit: “Lo siento, ya no podemos permitir que nuestros amigos, o enemigos, se aprovechen de nosotros en materia comercial”.

Hagamos a un lado por un momento nuestra incredulidad y supongamos que la oferta de Trump de eliminar las barreras del mundo es real. Quizá esté dispuesto a eliminar los aranceles y las cuotas por su gran deseo de lograr mercados abiertos y precios más bajos para los consumidores. Lo más probable es que piense que la situación actual es injusta porque Estados Unidos es más abierto que cualquier otro país rico. En un mundo de libre comercio, otros países tendrían que bajar sus barreras más que Estados Unidos. ¿Su impresión es acertada? La realidad es un poco más complicada de lo que supone.

A Trump le encanta hablar de los aranceles notoriamente altos de sus socios comerciales. En su diatriba por Twitter, criticó los aranceles del 270 por ciento que cobra Canadá sobre los productos lácteos (porcentaje que solo se aplica una vez que se cubren cuotas con aranceles mucho más bajos). No le gustan nada los aranceles del 10 por ciento que cobra la Unión Europea a los automóviles. No hay problema, los demás también pueden entrarle al juego. Después de cubrir las cuotas, en Estados Unidos se les aplican aranceles del 132 por ciento a las importaciones de cacahuates con cáscara, y del 350 por ciento a las de tabaco sin procesar. Los negociadores de la Unión Europea subrayan que Estados Unidos aplica un impuesto del 14 por ciento sobre los vagones de ferrocarril que ingresan a su territorio.

En general, se obtiene mejor información de los promedios que de las anécdotas. Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), el promedio ponderado por comercio de los aranceles estadounidenses en el 2015 fue del 2,4 por ciento, apenas por encima del de Japón, que se ubicó en el 2,1 por ciento, y un poco por debajo del de Canadá, del 3,1 por ciento, y el de la Unión Europea, del 3 por ciento. Incluso estas cifras deben evaluarse con cautela. Estados Unidos admite más productos sin aranceles que la Unión Europea, por ejemplo; pero en los casos en que sí los cobra, son más elevados. También es necesario tener presente que los promedios ponderados por comercio pueden llevarnos a conclusiones erróneas, porque los productos con aranceles exageradamente altos, por lógica, tendrán una ponderación mucho menor.

CIFRAS BILATERALES MÁS QUE PROMEDIOS

Para Trump, que prefiere los pactos bilaterales a las reglas multilaterales, quizá las cifras bilaterales tengan más importancia que los promedios. Algunos de los aranceles más altos de Estados Unidos se imponen a productos que compra en cantidades relativamente pequeñas a la Unión Europea. Aunque las categorías de textiles, prendas de vestir, calzado y viajes representaron solo el seis por ciento de las importaciones estadounidenses en el 2017, generaron el 51 por ciento de los ingresos derivados de aranceles, y la mayor parte se pagó por artículos provenientes de Asia. De acuerdo con datos de la OMC, los aranceles que paga Estados Unidos sobre productos agrícolas importados de la Unión Europea, Canadá y Japón son más bajos que los que este les impone a ellos. No obstante, la situación es distinta con respecto a otros productos.

Todas estas cifras reflejan los aranceles que por lo regular ajustan los negociadores comerciales. Sin embargo, existen algunos elementos adicionales, como impuestos defensivos, que se aplican a importaciones subvencionadas o que se venden por debajo de su costo. Estados Unidos aplica muchos mecanismos de ambos tipos. De hecho, aplica muchos más que la Unión Europea, Canadá y Japón. Sus socios comerciales algunas veces se quejan de que en el proceso incurre en contravenciones a los compromisos establecidos por la OMC. En diciembre, Canadá presentó una queja en este sentido.

Sin embargo, en general, los aranceles que imponen los países ricos ya son bajos. Existen otras distorsiones más dolorosas. Las subvenciones agrícolas son un buen ejemplo. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, en el período 2014-2016, la brecha entre los precios de los productores y los del mercado mundial para los bienes agrícolas fue menor en Estados Unidos (y, por lo tanto, causó menos distorsiones) que en la Unión Europea, Canadá y Japón (en general, China otorga más apoyos que estos tres países).

Otros ejemplos de barreras no arancelarias son las reglas de “comprar productos estadounidenses”, que favorecen a los proveedores estadounidenses cuando se trata de compras públicas, así como algunos complejos requisitos de etiquetado. No todas las barreras tienen un propósito proteccionista, y otros países también imponen varias. Es complicado cuantificar sus efectos, pero quienes se dedican a los cálculos comerciales creen que este tipo de barreras afectan más el comercio entre los países ricos que los aranceles.

Por último, existen barreras comerciales para los servicios al igual que para los bienes. Un ejemplo son ciertas normas que obligan a las compañías de seguros extranjeras establecidas en Nueva York a tener mayores reservas de capital que las nacionales, o legislación parecida a la Ley Jones, que estipula que las embarcaciones que circulen entre puertos estadounidenses deben estar fabricadas en Estados Unidos y portar la bandera del país; además, tanto sus dueños como sus operadores deben ser ciudadanos estadounidenses.

De los 22 sectores que se miden en 44 países para calcular el Índice de Restricción del Comercio de Servicios de la OCDE, en Estados Unidos las restricciones para siete de ellos se encuentran por encima del promedio. Italia fue el único país del G7 que registró más. Por supuesto, ninguno de estos datos indica que Estados Unidos sea una economía cerrada. De cualquier forma, si el presidente en realidad quisiera eliminar las barreras entre los integrantes del G7, todos los miembros tendrían que hacer varios cambios, y Estados Unidos tendría que hacer más ajustes de los que se imagina.

Etiquetas: #Estados Unidos

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