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El Día Internacional de la Mujer siempre llega con un aluvión de informes sobre desigualdad de género en todos los rubros, desde resultados de salud, salarios y ascensos. Sin embargo, hay una brecha que se está cerrando poco a poco: la riqueza. A medida que los administradores del dinero busquen atraer y proveer servicios a mujeres ricas, y esas mujeres expresen sus valores a través de sus carteras, el impacto se sentirá dentro de la industria de la inversión y otras más.

Según Boston Consulting Group, entre el 2010 y el 2015 la riqueza privada en manos de mujeres creció de 34 a 51 billones de dólares. La riqueza de las mujeres también aumentó como una porción de toda la riqueza privada, aunque de forma menos llamativa, de un 28 a un 30 por ciento. Para el 2020 se espera que las mujeres hayan amasado 72 billones de dólares, un 32 por ciento del total. Además, es probable que la mayoría de la riqueza privada que cambie de manos en las próximas décadas vaya a las mujeres.

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Una razón que justifica la creciente riqueza de las mujeres es que ahora hay muchas más mujeres en trabajos bien pagados que antes. En Estados Unidos, la tasa de participación femenina en el mercado laboral aumentó de un 34 por ciento en 1950 a un 57 por ciento en el 2016. Otra razón es que las mujeres están heredando la riqueza de sus maridos, que tienden a ser mayores y vivir menos, o de sus padres, quienes son más propensos que generaciones anteriores a tratar a sus hijos e hijas por igual. A medida que los baby boomers lleguen a los años dorados, esta transferencia se acelerará.

Todo esto tendrá enormes implicaciones para los gestores de activos. Por ejemplo, el perfil de riesgo. Las encuestas muestran que la actitud de los hombres ante el riesgo es más audaz, mientras que las mujeres suelen comprar y esperar, lo cual lleva a los asesores a concluir que los hombres tienen una menor aversión al riesgo y es más probable que digan que entienden los conceptos financieros, lo cual parecería sugerir que son más letrados en las finanzas.

No obstante, sería más exacto decir que las mujeres están más conscientes del riesgo y son menos ingenuas en lo que respecta a su competencia financiera. Un estudio del 2001 que llevaron a cabo Brad Barber y Terrance Odean, académicos en el campo de las financias conductuales, demostró que las mujeres se desempeñaron mejor que los hombres en el mercado por un punto porcentual al año. En su opinión, la principal razón fue que era mucho más probable que los hombres fueran mucho más confiados que las mujeres y por ende llevaran a cabo operaciones improductivas.

Otra diferencia es que los hombres son más propensos a decir que su principal meta de inversión es conseguir mejores resultados en el mercado, en tanto que las mujeres tienden a mencionar metas financieras específicas, como comprar una casa o jubilarse a los 60 años. Es más probable que las mujeres adineradas busquen asesoría financiera y que dirijan menos sus propias inversiones, en comparación con los hombres, según Cerulli, una empresa de investigación. Sin embargo, parecen estar menos satisfechas con la asesoría que obtienen. En 2016, una encuesta de la consultoría Econsult Solutions descubrió que el 62 por ciento de las mujeres que administran activos importantes consideraría dejar a su gestor, en comparación con un 44 por ciento de hombres. De manera anecdótica, las mujeres milenials que heredan riqueza son más propensas a despedir a los asesores que vienen con ella.

Estamos ante el rápido florecimiento de unas cuantas firmas de inversión que se concentran en mujeres ricas, tales como Ellevest (lema: "Invierte como mujer"). Otros administradores de dinero están buscando contratar asesoras y establecer equipos dedicados a clientas. Algunas empresas han tomado el paso audaz de hacer énfasis en las mujeres en sus materiales de mercadotecnia.

Cualquiera que desee invertir en empresas que benefician a mujeres que no son sus empleadas descubrirá de inmediato que todavía no hay una forma sistemática de medir el "impacto de género" a nivel más general. Incluso al interior de las empresas, faltan datos. "Necesitamos ir más allá de solo contar mujeres y comenzar a tener en cuenta la cultura", argumentó Barbara Krumsiek de Arabesque, gestora de activos que usa datos en temas de "ESG", la sigla en inglés de ambientales, sociales y de gobierno. Está exhortando a las empresas a proveer más datos relacionados con el género, como las tasas de deserción y las brechas salariales. Así como su algoritmo "S-Ray" hizo que dejaran a Volkswagen porque el fabricante de automóviles obtuvo una baja calificación en gobierno corporativo mucho antes de que este valor fuera golpeado por la revelación de que estaba haciendo trampa en las pruebas de emisiones, en el futuro esperan que la información sobre problemas como el acoso sexual pueda ayudar a identificar empresas con una cultura administrativa tóxica antes de que el escándalo golpee el precio de las acciones.

Los hombres más jóvenes son más propensos a invertir de conformidad con sus valores que sus padres; un 81 por ciento de los hombres milenials en una encuesta de Morgan Stanley estuvo interesado en la inversión sostenible. Si bien menos estadounidenses hombres que mujeres dicen que quieren invertir en empresas con un liderazgo diverso, la porción sigue siendo considerable, de un 42 por ciento. Si la inversión con perspectiva de género de verdad va a despegar, tendrá que atraer a los que controlan el grueso de la riqueza, y estos siguen siendo hombres.

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