El equipo de Nadav Rappaport, del departamento de biología computacional de la Universidad Ben Gurión, en el sur de Israel, contradice a la Organización Mundial de la Salud (OMS) luego de haber realizado un análisis profundo de estadísticas del 63% de la población mundial, y argumenta que tres décadas después de que muchos países, incluido Israel, eliminaran gradualmente la vacunas de BCG (Bacillus de Calmette y Guérin), o tuberculosis, deberían considerar restaurarlas para combatir la pandemia.

“Descubrimos que los países con más cobertura de BCG en los últimos 15 años tienen mejores resultados con respecto al coronavirus: menores tasas de mortalidad y menos personas infectadas”, señala Rappoport en comunicado de la universidad. La inyección de BCG, usada principalmente para combatir la tuberculosis, comenzó a utilizarse en seres humanos hace 99 años, exactamente en julio de 1921. Si bien los investigadores dicen que el BCG no sustituiría a una vacuna contra el COVID-19, insisten en que los datos demuestran que su cobertura contribuye a la “atenuación de la propagación y la gravedad de la pandemia”.

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OMS se opone

La coautora del estudio, Michal Linial, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, dijo que, si bien la OMS se ha opuesto firmemente al uso de esta vacuna contra el coronavirus, su equipo cree que los países que no usan BCG deberían considerar hacerlo de inmediato, porque, según afirmó: “No hay nada que perder, pero mucho que ganar”. El equipo de investigadores recopiló datos sobre el uso de BCG junto con la incidencia y morbilidad del coronavirus en 55 países, en los que está el casi 63% de la población mundial (sumándose a otros estudios internacionales sobre la materia, como uno de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos).

El Reino Unido, que puso fin a la vacunación generalizada de BCG en 2005, ocupa el tercer lugar en el mundo en términos de muertes por coronavirus por millón de personas, mientras que Irlanda, donde se administró hasta 2015, ocupa el puesto 17. España ocupa el sexto lugar y finalizó la vacunación general en 1981, mientras que Portugal administró la vacuna BCG hasta 2017 y ocupó el puesto 33. Mientras que los Estados Unidos (EEUU) no ha administrado vacunas BCG generalizadas y ocupa el décimo lugar.

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Linial señala que, si bien Portugal es fronterizo con España, que ha sido duramente golpeada por la epidemia, y su situación económica y de sanidad pública no es inestable, está en mucho mejor situación frente a la epidemia que España. La misma comparación hace la bióloga con Irlanda y Gran Bretaña. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que no hay pruebas que respalden que el uso de la vacuna contra el Bacilo Calmette-Guérin (BCG) también sea beneficioso para luchar contra el COVID-19.

Aconsejan renovación de su uso

Y mientras la OMS está esperando ensayos clínicos que indiquen si los recién vacunados tienen mejor reacción al coronavirus, el equipo de Rapaport argumentó que los ensayos basados en individuos no mostrarán de modo completo los beneficios de la vacuna, porque, según su estudio, éstos se perciben mejor a nivel nacional. Linial afirma que si se tratase de una vacuna experimental no sería tan arrojada, sin embargo, al tratarse de una vacuna de casi un siglo y con miles de millones de personas que la han recibido, se atreve a aconsejar la renovación de su uso.

La bióloga también reconoció que su investigación es estadística y que no prueba una relación de causa y efecto entre el BCG y el impacto reducido del coronavirus, tampoco explica la ciencia de por qué la vacuna puede ayudar. Sin embargo, dijo, las cifras apuntan a fuertes tendencias que son demasiado importantes para ser ignoradas. Los investigadores israelíes encontraron que la correlación de BCG era significativa entre las personas de 24 años o menos que habían recibido la vacuna en los últimos 15 años. Entre los adultos mayores que recibieron la vacuna BCG hace años, no hubo una correlación discernible entre las tasas de BCG y la infección por coronavirus.

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