Desde la fascinación por su naturalidad, que trajo frescura a una familia real británica un tanto apolillada, hasta su sonada ruptura con la monarquía, Meghan Markle, que el miércoles relató el drama personal de perder un embarazo, ha vivido años de altibajos.

Su boda en mayo de 2018 con el príncipe Enrique parecía salida de un cuento de hadas. La unión de una actriz estadounidense mestiza y ferviente feminista con el nieto de Isabel II, sexto en la línea sucesoria al trono británico, parecía destinada a modernizar la imagen de la realeza.

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En los meses posteriores, Meghan sorprendió con gestos tan sencillos como cerrar ella misma la puerta del coche o acciones comprometidas como su participación en un libro de recetas elaborado por los supervivientes del incendio en 2017 de un rascacielos de viviendas sociales en el que murieron 71 personas, en su mayoría migrantes.

Meghan se arremangó, vistió un delantal y puso manos en la masa en la cocina de un centro musulmán para ayudar a preparar recetas de Europa, Oriente Medio y el norte de África. Con su imagen de modernidad, desenfado y compromiso social, la pareja logró gran popularidad: su cuenta de Instagram, abierta en abril de 2019, alcanzó el millón de seguidores en menos de seis horas, un récord mundial.

Pero pronto comenzaron a mostrar su incomodidad con el estricto estilo de vida impuesto a los miembros de la realeza británica, escrutados por una prensa sensacionalista despiadada con quienes rompían moldes tradicionales. Como cuando decidieron no presentar a su primer hijo, Archie, nacido en mayo de 2019, a la salida de la maternidad como dictaba la costumbre.

“Sexismo y racismo”

Acostumbrada al tren de vida de una rica actriz estadounidense, Meghan fue también criticada por un lujoso viaje a Nueva York para recibir regalos de sus amigas, incluidas la abogada Amal Clooney y la tenista Serena Williams. Enrique denunció asimismo “el sexismo y el racismo” contra su esposa en las redes sociales, como el tuit de un presentador de la BBC que tras el nacimiento de Archie escribió “el bebé real sale del hospital” junto a la foto de una pareja que daba la mano a un chimpancé. Fue inmediatamente despedido.

La tensión fue subiendo y en enero la pareja provocó un terremoto al anunciar que abandonaban su lugar de primer plano en la familia real británica. Perdieron sus títulos de altezas reales, su subvención pública, los cargos honoríficos militares de Enrique y el respeto de muchos que los acusaron que querer seguir sacando provecho económico de su condición.

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Tras un breve paso por Canadá, se fueron a vivir a California, donde Meghan creció y tiene contactos profesionales: la actriz de 39 años y el príncipe de 36 firmaron un contrato multimillonario con Netflix para producir largometrajes y series.

Pero fue también allí donde, en julio, la duquesa de Sussex sufrió el aborto natural que el miércoles, contra el habitual recelo a exponer su vida privada, relató ella misma en las páginas del New York Times. Perder un embarazo es un “dolor insoportable” y un tema que sigue siendo “tabú”, “impregnado de (una innecesaria) vergüenza, que perpetúa un ciclo de solitario duelo”, escribió.

Esclavos y un rey

Hija de Thomas Markle, un director de iluminación que ganó un Emmy por su trabajo en la serie “Hospital General”, y de Doria Ragland, asistente social y profesora de yoga, Meghan nació el 4 de agosto de 1981 en Los Ángeles. Por parte de madre, desciende de esclavos negros de las plantaciones de algodón de Georgia, en el sur de Estados Unidos. Por parte de padre, del rey Roberto I de Escocia, que reinó entre 1306 y 1329.

Sus padres se separaron cuando ella tenía dos años y se divorciaron cinco más tarde. Markle se graduó en teatro y relaciones internacionales en la Northwestern University, cerca de Chicago, tras lo cual hizo seis semanas de prácticas en la embajada estadounidense en Argentina.

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La actriz alcanzó la fama trabajando en la serie “Suits”, sobre un bufete de abogados de Nueva York. Antes de contraer matrimonio con Enrique estuvo casada con el productor Trevor Engelson, del que se divorció al cabo de dos años.

Viejos amigos la han acusado de dejarlos de lado a medida que iba progresando en la vida, y sus dos hermanastros, que no fueron invitados a la boda, le lanzaron críticas feroces, sugiriendo que se avergonzaba de ellos. La difícil relación con su padre también ha hecho correr mucha tinta.

Fuente: AFP.

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