El olvido tiene muy mala fama, pero ¿qué pasa cuando es tan importante como recordar? La neurociencia lo explica.

Por: Jazmín Gómez Fleitas

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Quizás sea porque nos sentimos mal cuando olvidamos un dato del relato que nos contaron o el nombre de alguien a quien acabamos de conocer, pero olvidar no se ve bien. Olvidar se siente como carencia, como si quisiéramos despojarnos adrede de algo, como si pudiéramos despedir por nosotros mismos a nuestros recuerdos como en la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, o elegir una situación reciente o una persona a quien borrar de nuestro archivo como en Hombres de Negro.

Hasta hace poco, olvidar se veía como un fracaso en los mecanismos del cerebro para almacenar y recuperar información del pasado. Ahora, investigadores de la Universidad de Toronto, en Canadá, resaltan que el objetivo de la memoria no es transmitir información de lo más precisa a lo largo del tiempo, sino orientar y optimizar la toma de decisiones inteligentes, aferrándose solo a la información valiosa.

Es importante que el cerebro olvide los detalles irrelevantes, y en su lugar, se centre en las cosas que le van a ayudar a tomar decisiones en el mundo real”, explica Blake Richards, uno de los autores de la investigación publicada en la revista especializada Neuron, el año pasado.

Olvidar y recordar: el equilibrio de la memoria

Imaginate que agotador sería poder recordar todo. Cada detalle de cada día. Cada palabra, cada rostro, cada historia escuchada o leída, etc. Podría sonar a un gran don, a una vida más fácil si pudiéramos retener todo esa información, sin embargo, sería abrumador: “la incapacidad para olvidar puede ser tan frustrante como la imposibilidad de recordar”, señala el doctor español Carlos Vara Sánchez.

Y es que el olvido nos ayuda a adaptarnos a nuevas situaciones mediante el abandono de la información obsoleta y potencialmente engañosa, que ya no puede sernos útil para movernos en ambientes cambiantes. “Si usted está tratando de navegar por el mundo y su cerebro está en constante cuidado de múltiples memorias en conflicto, hace que sea más difícil para usted poder tomar una decisión acertada”, explica Richards.

Lo otro en lo cual nos beneficia el olvido, y también tiene relación con la toma de decisiones, es que hace que generalicemos los eventos pasados y extraigamos su resumen para recibir a otros nuevos. Esto, dando prioridad a la información básica pero eliminando los detalles específicos, lo que permite una aplicación más amplia, algo que en la inteligencia artificial se conoce como “regularización”.

¿Cómo olvida el cerebro?

Sus mecanismos son totalmente diferentes de los que se encargan de almacenar la información. Uno de ellos consiste en debilitar las conexiones sinápticas entre neuronas que codifican los recuerdos, y el otro lo hace a partir de la generación de nuevas neuronas de células madre. Estas nuevas neuronas ingresan en el hipocampo (el área clave de la formación de los recuerdos), remodelan los circuitos y sobreescriben las memorias almacenadas en esos circuitos.

Y hay algo más. Esos mecanismos son desencadenados por el ambiente en que nos encontramos. Si estamos en uno de constante cambio, puede significar que recordaremos menos. Por ejemplo, un cajero que ve rostros nuevos todos los días, no recordará sus nombres por mucho tiempo, por el contrario de un doctor al cual recurra y hable de manera más regular en el tiempo.

Los recuerdos en el cerebro solo almacenan la esencia de un encuentro y no todos los detalles, un olvido controlado que permite crear recuerdos simples más eficaces frente a nuevas experiencias.

El aprendizaje

El psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus descubrió que cuando reaprendemos información, es más probable que la recordemos en el futuro, lo cual guarda relación con que el olvido estimula la memoria. Uno reaprende algo que olvidó. Nos olvidamos de algo que no usamos o recurrimos a menudo, lo que significa que esa información está almacenada en las profundidades del cerebro y es más difícil de acceder si recurrimos a ella a diario.

En el 2011, el psicólogo Benjamin Storm dirigió un estudio en donde debían realizar “la prueba de asociaciones remotas” que consistía en que una persona lea tres palabras y busque la que contenga a los tres conceptos. Por ejemplo: pulsera, despertador y digital, dan a parar con reloj.

Sin embargo, las personas recibieron antes una capacitación con cáscaras de banana, es decir, pistas incorrectas para el momento de hacer la prueba. Los resultados arrojaron que las personas tenían que, primeramente, quitar la asociación errónea que recordaban como ejemplo, para luego resolver el problema. “La cognición creativa podría basarse no sólo en la capacidad de recordar, sino también en la de olvidar”, explicaban los autores.

Además, según el experto Carlos Vara, cada vez más estudios relacionan la necesidad de olvidar con la capacidad de encontrar nuevos usos a objetos convencionales. ¿Podría esta ser una clave para impulsar la creatividad? “Las personas que olvidan son capaces de combinar las mismas piezas de un rompecabezas de manera distinta, mientras que los que olvidan menos, tienden a combinar las piezas de la misma manera”, según señala el especialista, algo similar a aquella frase que dice “si siempre hacemos lo mismo, nunca obtendremos un resultado diferente”.

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