Entre el trabajo, el tráfico vehicular, la vida familiar y el ajetreo diario, a veces, no te sobran ganas para tu rutina de ejercicios. ¿Qué hacer para adoptar el hábito sin "peros"? Estos diez consejos lo resumen.

Por: Micaela Cattáneo

Vestirse con ropa deportiva

Los lunes de “empezar la dieta” también suelen ser lunes de “empezar el gym”. Y es que ganas de arrancar una actividad física nunca faltan, pero como bien lo dice el refrán: “del dicho al hecho, siempre hay mucho trecho”. Sobre todo cuando por mucho tiempo te mantuviste estática, sin movimiento, acostumbrándote a la vida sedentaria.

Por suerte, hay muchas páginas dedicadas a informar sobre lo que hay que tener en cuenta antes de adoptar un estilo de vida deportivo. De hecho, hace algunas semanas, encontré una publicación en Facebook de una bloguera –que también era atleta– que contaba cuál era su secreto para no “dejarse estar” con la actividad física.

Ella, al llegar a su casa del trabajo, automáticamente se colocaba los championes, la calza y una remera deportiva, para que esto –en cierta forma– la motive a no dejar su rutina física del día. Es una buena estrategia, teniendo en cuenta que, lo primero que hacemos luego de una larga jornada laboral, es rendirnos ante la comodidad del sofá, unos buenos snacks y algún que otro zapping del momento.

Para no tropezarte con excusas, organizá las prendas con las que harás ejercicio, de mañana, antes de salir al trabajo o, mejor, la noche anterior, antes de ir a dormir; así no perderás tiempo buscándolas por varios minutos, que ya podrían ser parte de los trotes o las caminatas que hacés al aire libre.

Armar un playlist

Las pocas veces que mantuve constancia para correr por lo menos 30 minutos en algún parque de la ciudad, una buena selección de música me acompañaba. Lo que hacía, antes de salir y quedarme sin wifi, era descargar un álbum completo de algún artista que quería escuchar o algún playlist de géneros power para acelerar el ritmo durante la rutina.

Hoy en día, todas las plataformas de streaming (Spotify, Deezer o Apple Music) cuentan con la opción de descarga y, una vez que hayas escuchado todo, podés borrar las carpetas de tu biblioteca y volverlas a bajar cuando quieras. De hecho, como no tenía de esos relojes que contabilizan los kilómetros y las calorías que quemás, usaba a las canciones como parámetro para medir el tiempo que llevaba haciendo ejercicio.

Lo que más me gusta de este consejo es que no sólo es una forma de motivarse para cumplir con la actividad física de todos los días, sino un espacio (a veces, difícil de encontrar) para conocer más música y, con ella, artistas emergentes y géneros poco comunes.

Hacer ejercicios con una amiga o en grupo

Podría decirse que esta práctica es una de las más habituales, sobre todo, cuando la meta de los que integran el grupo, o el de las dos amigas que corren todos los días a las siete de la tarde, es el mismo. Es bueno establecer una meta colectiva que también sea personal, para sentirse acompañada en el proceso.

A lo que me refiero es que si te anotás con una amiga para ir al gym o si decidís con tus amigos salir a correr todos los días media hora, el porqué –al principio– va a ser clave para que después, el ejercicio se convierta en un hábito. Por ejemplo: “Queremos tonificar para esta maratón”; o “Vamos a bajar de peso para este acontecimiento importante”.

Quizás, en algún momento, deje de existir ese objetivo y lo que los una, además del ejercicio, sea las ganas de pasar un buen rato juntos.

Descargar una app de ejercicios

Suena trillado, pero lo lindo de la actividad física es saber que estás haciendo algo que te gusta, por eso es que no debe funcionar como una obligación o una carga. Si es necesario probar con todos los deportes del mundo, hacelo, pero hasta encontrar con el que te sientas más cómoda.

Y una vez que encuentres ese deporte que te hace feliz, buscá opciones que te ayuden a ser cada vez mejor en él. Descargar aplicaciones de ejercicios, podría ser una. En la play store, hay apps para todos los gustos y, generalmente, las rutinas que ofrecen están adaptadas a tu altura, peso, masa muscular, etc. Claro, te piden que completes esos datos para facilitarte una acorde a tu condición física.

Es una alternativa interesante, especialmente para los que recién arrancan porque, incluso, hay aplicaciones que te notifican a ratos tus avances y, con más frecuencia, las tareas físicas pendientes a realizar.

Escribir después del entrenamiento

(Y no a tu ex porque lo extrañas). Este hábito puede llegar a sorprenderte, para nada es una pérdida de tiempo, sino todo lo contrario, al escribir sobre un papel lo que sentís después de la actividad física, estás abriendo un abanico de inspiraciones para que mañana –luego de un día triste–, cuando no tengas ganas de entrenar, leas tus palabras y entiendas por qué no debés dejar de moverte.

Es imposible que falle porque, ¿quién no se siente feliz después de hacer ejercicios? Esa sensación de “sí, lo logré por hoy” trae consigo muchas emociones, entre ellas la satisfacción de saber que alcanzaste algo que creías no poder alcanzarlo. Todo está en la mente, o ¿no?

Leer artículos o libros sobre el deporte

Si no te gusta escribir, entonces buscá autores que ya lo hayan hecho por vos. En caso de optar por un libro, no importa si no es un texto sobre cómo ser cada vez mejor en el deporte, ya que podés elegir la lectura de la historia de vida de un atleta que te inspire. Asimismo, para los artículos, seleccioná fuentes confiables, porque sabemos que no todos tenemos el mismo cuerpo.

Premiar los avances y amenazar los retrasos

Y no necesariamente con comida. Los premios y las amenazas deben estar relacionadas a otras actividades que amás u odiás hacer. Por dar un ejemplo: “si completo la rutina de esta semana, el sábado me compro el vestido que tanto me gustó” o “si no la completo, entonces tendré que limpiar la casa entera, en un sólo día”. Acostumbrarte a esta dinámica, de seguro te mantendrá activa (y con el armario repleto).

Cambiar de ambiente

Hace como un mes, una amiga me contaba que uno de sus deportes favoritos la estaba aburriendo. Estaba de vacaciones y, todos los días, puntualmente a las 12 del mediodía, salía de su cama para ir hasta el lugar donde lo practicaba. Lo único que se me ocurrió aconsejarle es que reinvente su rutina, es decir que siga yendo a ese mismo lugar, pero en vez de ir todos los días que frecuente sólo dos o tres veces por semana, de forma espaciada, para poder aprovechar de otra manera, los días restantes.

Por ejemplo, si te gusta correr, alterná parques durante la semana y, al final de ella, aprovechá y salí a trotar a una ciudad cercana del interior. De la misma forma, si te gusta andar en bici, probá terrenos lisos y desnivelados, recorré barrios tranquilos y hacé escapadas a algún cerro, cada vez que puedas. Para motivarse, todo vale.

Elegir un buen horario

En esto hay que ser realistas. No pretendas levantarte a hacer ejercicios a las cinco de la mañana, si dormiste tarde la noche anterior. Establecé un hora fija que no sea interrumpida. Si todos los miércoles a las 19:00 te juntás con tus amigos en algún bar, después de la oficina, entonces no te anotes al gym ese día y a esa hora.

O si sabés que después de una larga jornada de trabajo te gusta llegar a casa y mirar los últimos capítulos de tus series, entonces despertate media hora antes de la que solés acostumbrar y, antes de ir al trabajo, hacé algún ejercicio en casa o fuera de ella. Los expertos suelen recomendar a la mañana como el mejor momento del día para la actividad física.

Contratar un entrenador personal

Esta opción es la última porque la idea es que la motivación surja de vos. Sin embargo, muchas personas se mueven bajo el principio de “si pago por un servicio, no voy a poner excusas”. Y muchas veces, funciona. El personal trainer te guía hacia el hábito, teniendo en cuenta lo que te gusta y podés hacer. E incluso, te da consejos para cuidar tu alimentación a partir de la rutina que establece.

Es como la motivación que usamos cuando vamos a comprarnos algo: vemos el producto, nos gusta, dudamos en gastar en él por miedo a que otra cosa nos atraiga más, hasta que viene alguien y te dice: “comprá, lo necesitás”, o, “sí, te queda superbien”. Sin esa voz de afuera, quizás lo dejamos pasar. Lo mismo sucede en el deporte, sin esa voz experta en ejercicios físicos, quizás “la opción más cómoda” siga siendo el sofá.

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