• Por Josías Enciso Romero.

Si nuestro diario formara parte de una “pocilga mediática”, como nos acusara el presidente de la República con esa “elegancia” que fija su estilo, sería raro que él no estuviera chapoteando entre nosotros, junto con la piara del Poder Ejecutivo, sus ministros (casi todos), presidentes de entes (con escasas salvedades) y los directores de binacionales, principalmente, el de Yacyretá. Porque, si alguien arrojó su investidura a los chanchos, ese es el mandatario Mario Abdo Benítez, a quien la historia le concedió la generosa oportunidad de redimirse de su oscuro y trágico pasado familiar, pero prefirió, cegado por el odio y el resentimiento, continuar con el mal ejemplo de sus mayores. Usó el poder para ensuciarse en el lodo de la corrupción, el charco de la infamia y la inmundicia de la felonía. Y no contento con tanta puercada, ahora viola también la Constitución Nacional candidatándose para un cargo que nuestra ley fundamental le impide taxativamente. Cachorro de dictador, prepotente ha de ser.

El legado de Marito es un legado de traiciones. Traicionó a todas las personas que contribuyeron para su victoria aquel 22 de abril del 2018, porque apenas asumido el cargo, el 15 de agosto de ese mismo año, decidió acostarse en concubinato con los más rabiosos enemigos del Partido Colorado, el partido que representó en aquellas elecciones generales. Porque Marito nunca fue colorado. Ni él ni su ascendencia. Todos jugaron de oportunistas, aprovechadores, que usufructuaron el poder para medrar con el Estado. ¿O cómo se justifica que su padre, el “popular” don Mario, el de los antológicos chistes, siendo un simple secretario privado del dictador Alfredo Stroessner, se haya podido construir una mansión sobre la mismísima avenida Mariscal López?

Si la del 2 y 3 de febrero de 1989 hubiera sido una verdadera revolución, esa y otras propiedades de los esbirros del sanguinario régimen se hubieran vendido para resarcir a las víctimas y familiares de ese deslustrado despotismo que sometió al pueblo bajo el signo de la muerte, el llanto y el luto. Años de ignominia y vejaciones. Marito proviene de ese ambiente putrefacto, donde la única ley que se respetaba era la “orden superior” y la única Constitución válida estaba colgada de la pared de la oficina del tenebroso Pastor Coronel, jefe del no menos tétrico Departamento de Investigaciones: el escalofriante tejuruguái. Así que, si alguien buceó en un fétido charco, ese es el jefe de Estado.

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El Presidente no tolera la crítica porque su espíritu supura autoritarismo. El pus de la dictadura continúa contaminando su mente. Es un gen hereditario. La inmoralidad que se enquista en la ausencia de carácter. Los privilegios comercializados a cambio de la obsecuencia. Esa es la genealogía de Mario Abdo Benítez Jr. Lejos de hacer un mea culpa por los crímenes de los que su padre fue cómplice silencioso, no pierde ocasión para alabar las bondades de un gobierno que persiguió, exilió, torturó, desapareció y asesinó a miles de paraguayos. Es, repetimos, hereditario. Su padre, entonces secretario de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana, con su firma ratificó (el 11 de enero de 1984) la expulsión de los integrantes del Movimiento Popular Colorado (MOPOCO). O sea, los usurpadores del coloradismo expulsan del partido a los verdaderos republicanos, ética, política y doctrinariamente. Es esa misma Junta y ese mismo secretario el que aplaude el 22 de marzo de 1984 la clausura del diario Abc Color. Un periódico que, durante varios años, fue un aliado estratégico del dictador, hasta que las oleadas democráticas que soplaron desde el Norte influenciaron en su propietario, vía Departamento de Estado, para asumir una postura crítica al estronismo, pues sus días estaban contados. Como el mito del eterno retorno y el síndrome de Estocolmo, hoy volvió el romance entre ambas descendencias.

Al presidente de la República le vuelve irascible que publiquemos lo que acontece en esas instituciones degradadas a refugio de chanchos salvajes. Porque comen desordenadamente y sin medidas. Se muerden unos a otros. Clavan sus hocicos hasta en los mendrugos. No están dejando nada. Muchas de ellas dirigidas por funcionarios que no podrían asumir ni el cargo de capataz de estancia. Porque para este último oficio se necesitan determinadas habilidades. Le molesta que denunciamos, y con documentos, que su precandidato a la Presidencia de la República, Arnoldo Wiens, fue un simple testaferro para conceder licitaciones direccionadas a las constructoras viales que compran el asfalto a su propia empresa (la de Mario’i).

Le sulfura que hayamos descubierto que Petróleos Paraguayos (Petropar) estaba vendiendo combustible a un precio menor a los bolivianos. Le irrita que enumeremos sus mentiras en el campo de la salud pública. Los grandes negociados con las empresas que realizan el servicio de “limpieza” en el Instituto de Previsión Social (IPS). Que uno de sus cuñados, hermano de la primera dama Silvana López Moreira sea actor central del tráfico de influencias a favor de la proveedora casi exclusiva del Estado. Engineering. Y eso que todavía no estamos sacando a luz las cochinadas que se fabrican en la cocina de Yacyretá, con el chef mayor y “mariscal de la derrota”, Óscar “Nicadrón” Duarte “Bruto”.

El presidente Abdo Benítez debería dejar sus rabietas para después del 15 de agosto del 2023. Para cuando la Controlaría General de la República y las auditorías internas y externas verifiquen las basuras ocultas bajo la alfombra de un gobierno que convirtió los cargos públicos en verdaderas porquerizas. Quiere juzgar a los demás por su propia condición. En cuanto a nosotros y el calificativo que quiso ser descalificador, no nos sentimos aludidos. Porque si fuera cierta su afirmación, necesariamente tendríamos que cruzarnos con él. Y con todo su círculo de consuetudinarios hozadores. Y eso no ha ocurrido. Ni ocurrirá. Mientras puede seguir rebuznando todo lo que quiera.

Al presidente de la República le vuelve irascible que publiquemos lo que acontece en esas instituciones degradadas a refugio de chanchos salvajes.

El legado de Marito es un legado de traiciones. Traicionó a todas las personas que contribuyeron para su victoria aquel 22 de abril del 2018.

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