- Por Josías Enciso Romero
Salvo el recordado pastor Armín Ilhe, de la Congregación Evangélica Alemana de Asunción y miembro del Comité de Iglesias para Ayudas de Emergencia (CIPAE), ninguna iglesia protestante se involucró en campaña alguna para defender los derechos humanos durante el brutal régimen de Alfredo Stroessner. Menos que menos los menonitas (no todos los alemanes que residen en Paraguay son menonitas), quienes, al contrario, rendían culto al dictador. Muchos de sus líderes más prominentes entraban al Palacio de López sin pasar por la antesala. Consiguieron grandes exenciones impositivas para las importaciones, que les permitieron armar sus negocios. Así, algunos, montaron grandes imperios que, luego, expandieron sus hijos y se convirtieron en prósperos privilegiados. Hasta hoy. Se apegaron literalmente a lo que Jesús declaró a los fariseos cuando le preguntaron si era lícito pagar tributo al César, cuya imagen e inscripción tenían las monedas romanas de aquella época. La conocida respuesta fue: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Por tanto, no se involucraban en “asuntos terrenales”, pero eran fervientes estronistas. No hubo buen samaritano para los caídos bajo las botas del déspota. Hasta que la dictadura fue derrocada a cañonazos y muchos vieron la luz y descubrieron su “vocación” política. Meterse en los negocios de la política era mucho más rentable que dedicarse a los “negocios del Padre”.
Uno de los más fanáticos conversos de la política –previa abdicación de su misión pastoral– es Arnoldo Wiens, con los condimentos básicos de los mediocres: ambición sin medidas, audacia sin límites y obsesión por la vida regalada. Anteriormente hizo periodismo comercial de media cuchara, que encontró su filón de oro durante el gobierno del “Nicadrón” Duarte “Bruto”. Facturaba 20 millones en Itaipú y, según cuentan los memoriosos, 50 millones en Yacyretá. Ni que fuera Mike Wallace en su época dorada de “60 minutos”. Con la diferencia de que, mientras el “Wiens derecho” de la corrupción invitaba a su programa a “Pombero bota”, “Ñakyra pire”, “Ju’i pakova”, “Kururu alumbrado”, “Pepita la pistolera” y la mejor rankeada de todos, la popular “Ña Deló”, el desaparecido periodista norteamericano entrevistaba a figuras intrascendentes como Deng Xiaoping, Mohammad Reza Pahlevi (el Sha de Persia), Ayatolá Jomeini, Malcolm X, Yasser Arafat y Vladimir Putin. Puras insignificancias. Después ya quiso ser presidente de la República, pero tuvo que contentarse con el Senado. Luego ya fue ministro de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), con otro pereri sin par y su par: Mario Abdo Benítez Jr. Lejos del crujir de los dientes (eso le espera más adelante), se aferró y se aferra al tintineo dentro de los bolsillos. Como buen apóstata decidió ser esclavo de las riquezas.
Me comentó mi vecino, don Cecilio, que, desde el inicio de la transición democrática, algunos pastores evangélicos adoptaron el papel de profetas. Los más vivos “ungían” como próximo presidente de la República del Paraguay a los mejores posicionados en las encuestas. Así iban a la fija, construyendo la imagen de “el Señor me habló” y “yo solo transmito su Palabra”. No les importaba que los “ungidos” vivan en el más inmundo y deleznable pecado condenado por Dios. El de verdad. Pero, para los cristianos, la Biblia es una surgente de sabiduría. Marcos ya nos advertía que “se levantarán falsos Cristos y falsos profetas” para engañar, incluso, a los escogidos. En la ciudad de Repatriación, departamento de Caaguazú (aunque la información no aclara, suponemos que en el redil “Pueblo de Dios”), un exaltado presentador anunció que “pasarela Wiens” será ungido como “rey de la República del Paraguay”. Con voz de alguien que está en trance, añadió: “Soy el alfa y el omega (en realidad es la omega), el que es, el que era y el que ha de venir, y el todopoderoso. Aunque tinieblas cubran la tierra, como dice Isaías 60, y oscuridad las naciones, sobre Paraguay, a través de tu (Wiens) gobierno amanecerá nuestro dios”. La versión correcta: El profeta mayor Isaías se refería a Israel: “Mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”. Pero nuestro animado locutor redujo al pueblo elegido de Dios a la altura del insípido, anodino, incoloro e inodoro Arnoldo, el popular “pan kesu”, apellidado “té de naranjo”. Desde algún lugar, Marcos el Evangelista reprocha amorosamente al speaker: “¿Por qué este habla así? Blasfemias dice” (2:7). O sea, estaba injuriando lo sagrado.
Donde se equivocó bárbaro nuestro presentador fue en lo de “el alfa y el omega”. Quizás quiso decir “el asfalto y la bodega”. O el termo (Stanley) y el calefón. Porque en ambos rubros ya fue coronado como “su majestad”. Con un sable sin remache en cada mano. Y dándole a la Biblia el mismo uso que a los diarios viejos en la campaña. No hay un centímetro de ruta que en los últimos cuatro años no haya sido asfaltado con asfalto de Marito y Eldia. Porque rinde más. Su pequeña empresa mononuclear hoy tiene más tentáculos que el finado Paul. Y don “pasarelo” es la bodega donde se almacena lo recaudado en conceptos varios hasta el momento de la “mejor distribución de las riquezas”, su nuevo cliché. Solo que la repartija de la riqueza es entre mata-matakuete. Su panza lo delata. Esos conceptos varios incluyen licitaciones direccionadas, sobrefacturaciones, sobrecostos inflados, diezmos y peajes. Así que, nadie puede dudar de que Arnoldo no va a ser, sino que ya es rey. El rey del asfalto y la bodega. Y ahora que ya se presenta el final de la buena vida de gato persa, más que nunca hay que robar “a toda máquina”.
Con voz de alguien que está en trance, añadió: “Soy el alfa y el omega (en realidad es la omega), el que es, el que era y el que ha de venir, y el todopoderoso”.
Donde se equivocó bárbaro nuestro presentador fue en lo de “el alfa y el omega”. Quizás quiso decir “el asfalto y la bodega”.