En la media mañana de ayer se generó un verdadero tembladeral en las ya de por sí maltrechas filas del oficialismo. El Ministerio Público allanaba el domicilio de Arnaldo Giuzzio, ex ministro del Interior, ex ministro de la Secretaría Nacional Antidrogas y uno de los hombres de mayor confianza y cercanía del presidente de la República, Mario Abdo Benítez. Giuzzio logró construir esa amistad con el número 1 del Ejecutivo cuando ambos compartían bancas en la Cámara de Senadores. Desirée Masi tuvo mucho que ver en el inicio de esa relación, al punto de haber sido quien mocionó su nombre como director de la Senad y logró su nombramiento, después de todo, los tres habían forjado una alianza a toda prueba en sesiones legislativas donde el anticartismo era la principal motivación.

“D’artagnan”, como se lo conoce a Giuzzio desde su época de fiscal, donde se dedicaba a hacer aparatosos operativos, allanamientos y declaraciones grandilocuentes en sonados casos, consiguió ganarse la simpatía de los medios de comunicación y periodistas que hasta ahora le son fieles, gracias a la práctica de darle a los mismos las primicias de esos operativos y cámaras ocultas que tenían más de coloridas producciones de Bollywood que de rigidez en la investigación. Desde ese tiempo ya demostraba que es más afecto a las luces de las cámaras que al trabajo. Por cierto, el apodo de D’artagnan tiene que ver con el modelo de bigote y barba, no crea usted que por la sagacidad ni la valentía.

Giuzzio no es cualquier hombre en la estructura del oficialismo. Se le ha pedido cometer múltiples operaciones políticas en este tiempo y siempre ha estado dispuesto a llevarlas a cabo, sin importar que las mismas sean barbaridades. Para eso estaban él, su caradurez y atrevimiento. Linda trilogía. Por eso es que el acta de imputación del Ministerio Público es, por su nivel de detalles, casi una sentencia. Había que minimizar al máximo los márgenes de error. Contiene prints de extensas conversaciones de Whatsapp entre el ex ministro, el detenido en Brasil por narcotráfico Marcus Vinicius Espíndola Marqués de Padua y el entonces viceministro de Seguridad, Pablo René Ríos. En las conversaciones queda expuesto cómo Giuzzio y el sindicado como narcotraficante mantenían una muy amistosa relación. Al punto que Espíndola le pagaba reparaciones de vehículos, así como le prestaba otro para que vaya de vacaciones con su familia. Por cierto, sobre este viaje aún quedan muchos puntos por aclarar. Demasiados. Quienes integraron la comitiva de vacaciones (se menciona a un importantísimo senador oficialista cuyo hijo es intendente de una populosa ciudad del departamento Central y donde el hijo de Giuzzio es jefe de prensa), el lugar de alojamiento y quién financió las mismas.

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En una de las conversaciones, el sindicado como líder de una poderosa red narco responde a una consulta sobre si se lograrían traer “inversiones” a nuestro país, a lo que Marqués de Padua responde y atención a esto: que faltaban detalles para que esas inversiones puedan venir a Paraguay y remata mencionando su interés de conversar con los “representantes del poder” para realizar las inversiones con “una plata segura” y con “respaldo jurídico”. Absolutamente revelador.

¿A quién se refiere el investigado por ser líder de una megaestructura narcotraficante, Marcus Vinicius Espíndola Marqués de Padua, cuando habla de representantes del poder? ¿Hasta dónde llegaban las coimas que Giuzzio aparentemente recibía? ¿Era toda para él o iba más arriba? ¿La protección que recibía el narco se pagaba tan solo con una mano de chapería y pintura?

Son apenas algunas de las preguntas que faltan por responder. Apenas algunas. Lo que es más que evidente es que a medida que pasan los días más se entiende la obsesión que tenía el Poder Ejecutivo por tumbar a Sandra Quiñónez y controlar el Ministerio Público.

Giuzzio no es cualquier hombre en la estructura del oficialismo. Se le ha pedido cometer múltiples operaciones políticas en este tiempo y siempre ha estado dispuesto a llevarlas a cabo, sin importar que las mismas sean barbaridades.

Consiguió ganarse la simpatía de los medios de comunicación y periodistas que hasta ahora le son fieles, gracias a la práctica de darle a los mismos las primicias de operativos y cámaras ocultas.

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