De 1904 a 1947 el Partido Colorado participó directamente de dos revoluciones. Nos soplan los memoriosos que en la primera, los liberales -aliados y financiados por el sector egusquicista de la Asociación Nacional Republicana (ANR)-, derrocaron al presidente constitucional, coronel Juan Antonio Escurra (caballerista) y a su vicepresidente, su eminencia Manuel Domínguez. En la del 47, la ANR, que tenía ministros en el gobierno del general Higinio Morínigo, se enfrentó victoriosamente a una alianza multicolor. Entre ambas fechas, las asonadas, cuartelazos, golpes de Estado y contiendas fratricidas fueron entre fracciones liberales (1908, 1911/1912 y 1922/1923). La de 1936 fue liderada por el coronel Rafael Franco y un Partido Nacional Revolucionario en formación, desterrando al mandatario liberal Eusebio Ayala. Por el mismo procedimiento, los azules retornan al poder un año después.

En ese período de llanura, el Partido Colorado encontró otras formas de sostener una oposición institucional sin claudicaciones. Por supuesto, con algunas desviaciones a la vera del camino. La abstención total o parcial fue una de sus armas más recurrente. Sus asociados no participaban de las elecciones presidenciales, mas, a veces, se involucraban en los comicios legislativos. Hasta que en 1925 se declara en abstención total, incluyendo cargos en el Gobierno o en representaciones diplomáticas. El intelectual Arsenio López Decoud acepta, sin la venia del partido, la representación ante el Pacífico (con sede en La Paz, Bolivia) provocando, Convención mediante, una suspensión de dos años en su condición de afiliado. Y que, si no revocare inmediatamente su decisión, sería expulsado definitivamente de las filas del coloradismo. López Decoud rechaza la sanción, se separa del partido y continúa en su cargo.

Claro, eran tiempos de lances entre caballeros, de guantes y floretes. De disciplinas con manos de hierro y de soberbias intelectuales para no aceptar imposiciones. Pero la línea la marcaba el partido, a través de su autoridad suprema: la Convención. Es cierto que dentro de los partidos de oposición no hubo disposición alguna para no aceptar cargos dentro de un Gobierno que alcanzó del poder por el voto de los colorados, pero que decidió administrar el Estado -es un decir- con enemigos declarados de los colorados. Por ejemplo, el Partido Democrático Progresista es, prácticamente, cogobierno. La senadora propietaria del PDP, Desirée Masi, demostró una exagerada influencia sobre el presidente de la República, Mario Abdo Benítez. Lo caricaturesco es que estando sus prosélitos usufructuando cargos públicos claves, paralelamente, forman parte de la Concertación Nacional 2023 que se está armando para derrotar al Partido Colorado. ¿Ética? Les suena, pero no atienden. Lo mismo está haciendo actualmente el canciller nacional, Euclides Acevedo, admirador impenitente del panameño José de Antequera y Castro, pero él, al menos, ya declaró que se irá en las proximidades del Día del Maestro, el 30 de abril. Así honra su grado de gran maestre.

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Hablando con sinceridad, el Partido Liberal Radical Auténtico no se declaró en abstención para asumir cargos públicos. Pero por el discurso de su presidente, Efraín Alegre, se deduce lógico que no debería aceptar ninguno en el “gobierno de la mafia”. La designación de Matías Alejandro Godoy González como miembro titular del Consejo de la Dirección de Beneficencia y Ayuda Social (Diben), cupo evidente de Alegre, es un hecho administrativo legal, según lo determina el inciso 4º del Artículo 5º de la Ley 19 del 14 de noviembre de 1989: “Cuatro (4) miembros titulares de ternas propuestas por los partidos políticos reconocidos”. Lo moralmente repudiable es que esa terna estaba integrada, además, por Milder Rojas, del sector de Dionisio Amarilla, y el defenestrado diputado Carlos Portillo. Repudiable, porque es imposible rebatir que fue una sugerencia de Alegre la designación de Godoy, quien justamente es reemplazante de Amarilla (destituido por el directorio) en el cargo de tesorero del PLRA.

El bueno de Felipe (Goroso, no el de Mafalda) tiene razón cuando compara la hipocresía de Efraín Alegre con el “Extraño caso del doctor (Henry) Jekyll y míster (Edward) Hyde” del admirable autor de “La isla del tesoro”, Robert L. Stevenson. En Alegre se impuso su lado prebendario, narcisista y doblez discursiva. Es cuando se hace puré toda la estantería de “Patria o mafia”. Su relación con el jefe de Estado viene de lejos. De cuando Fernando Lugo era presidente de la República, Efraín Alegre ministro de Obras Públicas y Marito privilegiado vendedor de asfalto al Gobierno que tanto persiguió a los colorados.

El romance político entre Marito y Efraín reflotó a inicios del 2017 cuando ambos se opusieron a la reelección presidencial por la vía de la enmienda, sostenida como válida por renombrados constitucionalistas, como el desaparecido doctor Juan Carlos Mendonça, a quienes algunos solípedos quieren rebatir con más bufonería mediática que argumentos jurídicos. Lo concreto es que tanto Abdo Benítez como Alegre no tenían intenciones de enfrentarse a Horacio Cartes en unas elecciones (partidarias y generales, en ese orden). Alguien escribió tiempos atrás en las redes sociales (no recordamos al autor para atribuirle la frase): Marito le vendía asfalto a Efraín para que Efraín haga sus rutas fantasmas. De rostros pétreos estamos hablando.

En Alegre se impuso su lado prebendario, narcisista y doblez discursiva. Es cuando se hace puré toda la estantería de “patria o mafia”. Su relación con el jefe de Estado viene de lejos.

El Partido Democrático Progresista es, prácticamente, cogobierno. La senadora propietaria del PDP, Desirée Masi, demostró una exagerada influencia sobre Abdo Benítez.

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