Las crisis tienen ciclos. Esos ciclos implican etapas, las mismas se componen de al menos tres fases: precrisis, crisis y poscrisis. Las crisis tienen definiciones, precisan un final. Extender las crisis al punto de hacerlas permanentes no es una buena idea para ninguna de las partes. Al menos si las partes pretenden arribar a una solución.
Si por elementos planteados por una de las partes o por la tozudez de ambas las crisis se vuelven permanentes, lo que se logra es normalizarlas. Al volverse normales no generan ningún cambio, con excepción del desgaste que trae implícito. Y en esto no hay excepción, si se habla de afectaciones. Ahora bien, si lo que se busca es efectivamente generar la crisis por la crisis en sí misma porque el objetivo real es la desestabilización, y no arribar a una etapa conclusiva o de cierre, estamos ante una extorsión.
Es eso lo que puede verse al respecto de la muy remanida crisis que plantea el juicio político a la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez. En la jornada de hoy, está convocada una sesión para tratar la cuestión en la Cámara de Diputados y lo saludable para la democracia sería que haya definiciones en algún sentido, pero definiciones al fin. En un país con una inflación que viene en preocupante ascenso, con el combustible y gas que suben cada mes y medio en un año, escasez y precios por las nubes de un producto que está tan involucrado en los platos paraguayos como el huevo, con una negociación con el Brasil que definirá nuestro futuro energético y que se encuentra en punto muerto, con productos de la canasta básica familiar, que es cada vez más básica y a la par con productos cada vez más inaccesibles, con compatriotas secuestrados por una banda de delincuentes, con sindicatos de camioneros cerrando rutas e impidiendo el libre tránsito a quienes deben seguir trabajando, con unos números de inseguridad sin precedentes. Y se podría seguir. Que un sector de la oposición siga insistiendo en el monotema de un juicio político es la mejor evidencia de los profundos problemas de desconexión entre su agenda y la agenda de la gente, que tiene muchas veces la política. Después se quejan de los números que muestran las mediciones al respecto de la imagen y credibilidad.
Que hoy se trate el juicio político a la fiscala general y se tenga definiciones al respecto será lo más sano para la democracia, para que de una vez por todas la agenda pueda ser aquella de los problemas urgentes que afectan a los paraguayos y sobre todo para que los eternos desestabilizadores dejen de hacer su agosto en pleno marzo.
En la jornada de hoy está convocada una sesión para tratar la cuestión en la Cámara de Diputados y lo saludable para la democracia sería que haya definiciones en algún sentido.
Que un sector de la oposición siga insistiendo en el monotema de un juicio político es la mejor evidencia de los profundos problemas de desconexión entre su agenda y la agenda de la gente.