DESDE LA FE

Por Mariano Mercado

Hoy me viene a la memoria un antiguo poema de la cultura oriental: “Los diez toros”. ¿Lo conocen? Básicamente, los diez toros representan las etapas que un hombre atraviesa para descubrir las huellas de su potencial interno, hacia la adquisición de conocimiento y el consiguiente reencuentro con su verdadera naturaleza. Y una vez conseguido este objetivo, con un sentido espiritual muy profundo, debe mezclarse con las demás personas del mundo, para poder guiar a otros hacia la luz.

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Ese toro es nuestro yo a veces perdido, bravo, rebelde, inquieto, que solo puede ser domado con la propia determinación, si es desde la perspectiva cristiana, mejor, para encontrar la luz interior que le apacigüe en el camino que conduce al Padre.

Dada la situación actual y los tiempos que corren, donde cegados por el miedo, los pensamientos dañinos, y los deseos meramente materialistas, puede parecer difícil definir el sentido de nuestra vida porque entre tantas situaciones sombrías, la luz y la bondad parecen esconderse.

La comprensión del sentido religioso del principio creativo es una manifestación espiritual de la propia vida. La existencia revela su sentido oculto, que trasciende a lo material, que transciende al tiempo, al espacio y, por supuesto, trasciende al hombre mismo. La vida, con el desarrollo maravilloso e inimaginable del espíritu, va más allá de la mente humana.

Este es un camino en el que nadie está exento, el de los vaivenes de su realidad, donde se van revelando obstáculos, generando temores y provocando tinieblas, encrucijadas, con el único propósito de desviarnos del rumbo natural. En ciertos momentos, seguir adelante parece difícil, incluso a veces creemos imposible avanzar.

Nos autolimitamos a un pensamiento tóxico que nos programa para la impotencia y la frustración; sin embargo, hay quienes no aceptan esa realidad, y, lejos de caer, aceptan los retos y adversidades, lidian con ellos, se sobreponen una y otra vez, son un ejemplo de vida, de superación y resiliencia. Las huellas del camino están ahí, solo deben aprender a ver y seguirlas.

Pese a tanta niebla, mirando hacia el interior con fe, entendiendo la verdadera, transcendente y regeneradora grandeza que hay dentro de cada uno, no pierden la esperanza, no se permiten ver las barreras y dedican todos sus esfuerzos a despertar, a abrir los ojos y los oídos, a entender y agradecer con el corazón, que la vida y el presente son un don, y que es posible ser luz para iluminar una realidad mejor para todos.

Estamos caminando, peregrinando en este tiempo de Adviento, invitados a buscar siempre la luz, que para nosotros es Jesús. Que él ilumine nuestras tinieblas y nos fortalezca.

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