Una mujer que camina a pesar de los callos en sus pies. Un hombre que llega arrodillado hasta el santuario. Unos jóvenes que pedalean kilómetros para estar. Las casilla con el humo de la butifarra a pleno en las calles. Las vendedoras de chipa que madrugan. “El día de la virgen” de Caacupé encierra miles de historias que hacen a la esencia misma de una de las mayores manifestaciones culturales y tradicionales del país.

Por Aldo Benítez, enviado especial

El asfalto caliente parece quemar las plantas de los pies de los peregrinantes. Desde el Kurusú peregrino, sobre la ruta N.º 2, el paisaje es monótono. Los ecupaliptos -que cada vez son menos - que bordean la ruta sirven de una mínima protección del sol que cae sobre las espaldas de los caminantes que van hasta el Santuario de la Virgen de Caacupé.

En las banquinas de la ruta hay puestos de salud que van auxiliando a los peregrinantes. El principal problema son los callos en los pies, el “calambre” en las piernas o el cansancio acumulado. Una gran parte de los peregrinos llega desde ciudades distantes. Muchos llegan incluso desde Asunción, San Lorenzo o Fernando de la Mora, Ciudad del Este, Coronel Oviedo y otros. De todo el país, en verdad. Hay gente que vive en el extranjero pero que se prepara solamente para venir a disfrutar la festividad mariana.

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A pesar del calor la gente va llegando en masa a Caacupé (Foto de Carlos Juri)

A una mujer, de 64 años, los callos en ambos pies le genera mucho dolor, pero no se amilana. Dice que tiene que llegar hasta la virgen porque es su promesa y no se perdonará el faltar a su palabra. En plena noche, entre la multitud frente al Santuario un hombre se abre camino de rodillas. En sus manos aprieta un rosario y reza, casi con furia. La barba tupida, el kepis verde, los pantalones largos sucios. Su promesa era llegar así para agradecer la gran bendición que recibió este año y que fue producto del milagro de la virgen, afirma.

Otra mujer, pero con discapacidad física -no tiene la pierna izquierda- llega hasta la explanada misma del Santuario con con ayuda de sus muletas de madera. El calor es, si se quiere, desesperante, pero esta mujer se mantiene firme. Solamente quiere agradecer a la virgen por todo. A su alrededor, la gente busca un lugar en donde refugiarse del sol. La explanada tiene algunos árboles que sirven para ganar algo de sombra y aguantar el día. Mucha gente descansa bajo estos árboles esperando la próxima misa. Es probablemente la manera más simple de asegurar un lugar esperando la homilía central de mañana.

Por la salud

El calor es un factor preponderante en días como hoy, donde la temperatura llega a los 35 grados pero la sensación puede alcanzar los 38 o 40 grados sobre el asfalto que parece arder. La diócesis de Caacupé, como organizadora de este evento masivo, instala puestos en los cuales voluntarios sirven agua a lo largo de las rutas para los peregrinantes.

La manifestación de fe es una esencia de la festividad mariana (Foto Carlos juri)

En algunos casos se ven familias enteras que llegan caminando. La promesa, casi siempre, guarda relación con la salud de uno de los integrantes. O quizás por el abuelo, la abuela o alguna tía o tío. Todo vale a la hora de ser agradecidos con la bendición mariana.

Los miles de vendedores ambulantes con sus puestos de ventas informales también generan su propia feria, con sus reglas y códigos. Los precios no varían mucho entre una casilla y otra, en las que predominan el menú favorito de los comensales; butifarra con abundante mandioca, con una coca cola. Todo lo más alejado posible de lo que sugiere la buena alimentación, pero bajo este calor, con las miles de personas que se cruzan entre todos, el cansancio que pesa, lo último que el peregrinante hace es recordar las recomendaciones de nutricionistas.

La gente ya guarda lugar para la homilía de mañana frente al Santuario. (Foto Pánfilo Leguizamón)

Diversas parcialidades indígenas también aprovechan esta festividad de la virgen para ofrecer sus productos. Pulseras, aros, artículos que trabajan a mano. Casi todos son de la parcialidad Maka y Nivaclé, que tienen como una cuestión cultural la artesanía. El problema que abarca a los indígenas tiene que ver con los niños. Muchos deambulan por las calles de Caacupé casi mendigando y están expuestos a todo tipo de vulnerabilidades. Desde el programa Abrazo de la Secretaría de la Niñez habilitaron un stand cerca del santuario en donde justamente tratan con los niños de las parcialidades. La idea es hacer que se entretengan y tengan una comida.

El tupâsy ñuguaitî

En la mañana llega al Santuario la Virgen peregrina de Coronel Oviedo. Su presencia también forma parte de una de las tradiciones de esta fiesta mariana. Cientos de fieles, conocidos como los “peregrinantes del Este”, cargan con la imagen de la Virgen peregrina, que es recibida por la virgen de la Inmaculada Concepción, es decir, la de Caacupé. El acto en sí, que en guaraní es conocido como el “tupasy ñuguaiti” es un acto tan simbólico como tradicional y convoca a mucha gente. La llegada es acompañada por cánticos y aplausos de las personas que están en la explanada del santuario. La emoción se apodera de las señoras. Para muchas de ellas se trata de un evento de máxima emotividad.

Así llegaba la Virgen Peregrina esta mañana al Santuario (Foto Carlos Juri)

Caacupé es la procesión de la fe. La gente que llega con la convicción de pagar una promesa o de agradecer algún milagro o una bendición, trae una carga emocional que supera cualquier barrera o dolor. Pero los peregrinos saben que el dolor de los callos pasará. Que el cansancio se va terminar, pero lo que no pueden dejar que pase o termine es la fe que los mueve.

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