AFP

Desafiando los fre­cuentes arrestos y las presiones, Melek Cetinkaya lucha por la libe­ración de su hijo, un joven militar “injustamente” con­denado por haber partici­pado en el 2016 en un golpe de Estado fallido en Turquía.

Cuando comenzó el intento de derrocar al presidente Recep Tayyip Erdogan, el 15 de julio deL 2016 por la noche, Furkan Cetinkaya, un cadete de 19 años de la prestigiosa Academia de la Aviación, estaba en un campo de entre­namiento en el noroeste.

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Con el pretexto de que había un “ataque terrorista” en Estambul, sus superiores llevaron a Furkan y a otros 115 alumnos a la capital eco­nómica del país, escenario de violentos enfrentamientos entre golpistas y partidarios del régimen.

Melek Cetinkaya lo tiene claro: fueron los oficiales gol­pistas quienes lo engañaron. Su hijo fue condenado en el 2018 a cadena perpetua por “intentar tumbar el orden constitucional”, como parte de las purgas masivas lanza­das después del golpe fallido.

“¿Cómo unos niños podrían haber dado un golpe de Estado?”, pregunta Cetinkaya, de 43 años, y madre de tres hijos. Ahora ella lucha por subsanar esta “injusticia”. Con un pañuelo de colores en la cabeza y un abrigo largo para protegerse del frío Cetinkaya para a los transeúntes en Ankara para explicarles su situación. “¡Haga que la voz de los cade­tes se escuche!”, les dice.

Unos instantes después, aparecen dos policías y se la llevan en silencio en un furgón. La liberan al cabo de unas horas. Desde que comenzó a manifestarse en la calle, fue detenida una treintena de veces.

La condena de Furkan Cetinkaya forma parte de la represión implacable lan­zada después de la inten­tona golpista, que el presi­dente Erdogan atribuye a un predicador que reside en EEUU, Fethullah Gülen. Este último desmiente estar implicado.

Decenas de miles de perso­nas han sido arrestadas y alrededor de 150.000 fun­cionarios han sido despedi­dos o suspendidos por sus presuntos vínculos con el movimiento de Gülen.

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