Ouahigouya, Burkina Faso. AFP.

En el norte y el este de Burkina Faso, los profesores se han convertido en uno de los blancos privilegiados de los yihadistas, en guerra contra la educación “occidental”, lo que obligó a cerrar cientos de escuelas y a la huida de educadores. Los yihadistas “matan la educación poco a poco”, afirma Kassoum Ouedraogo, un profesor refugiado en Ouahigouya, en el norte de este país de África occidental.

“No quieren una escuela 'francesa', 'la escuela de blancos', como dicen aquí. Quieren una escuela en árabe”, explica Kassoum. Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo, es víctima desde el 2015 de recurrentes ataques yihadistas que ya dejaron 229 muertos, según un balance oficial de finales de septiembre. En su lógica de control del territorio, los yihadistas convirtieron en blanco la educación. Cientos de escuelas tuvieron que cerrar, la mayoría en localidades agrícolas.

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Kassoum, que enseñaba en Nenebouro, una localidad de 5.000 habitantes cerca de la frontera con Malí, durmió durante un tiempo en las casas de “los lugareños para que no [lo] localizaran”, en lugar de en la casa de la escuela. Pero el asesinato en 2016 de uno de sus colegas y la creciente amenaza convencieron a los profesores de que había que abandonar la enseñanza.

“Un habitante me dijo un día: ‘Lo que ustedes hacen es una pérdida tiempo, no es trabajo, no es algo bueno’”, recuerda. “Sentíamos realmente que había una aversión hacia la educación”, cuenta, indicando que es precisamente en esas zonas en las que hay que apoyar la educación. Otro profesor, que pidió el anonimato y que ni siquiera quiere decir dónde se produjeron los hechos, cuenta una escena más violenta. “Un día, al pueblo llegaron unos hombres armados. Los alumnos corrieron para avisarme y fuimos a escondernos entre los matorrales. Los hombres ametrallaron las puertas de la escuela y luego lo quemaron todo”. Matiakoali (este) una decena de escuelas cerraron a finales de octubre ante las nuevas amenazas.

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