La toma de posesión de la presidencia de Cataluña provocó ayer el primer choque entre el gobierno español y el nuevo líder independentista, Quim Torra, que evitó prometer fidelidad a la Constitución como ya hizo su antecesor Carles Puigdemont, informó la AFP.

Casi siete meses después de la fallida declaración de secesión y la destitución de Puigdemont, los independentistas recuperaron la presidencia catalana en un modesto y brevísimo acto sin ningún representante del gobierno español, que controla todavía esta región nororiental de la península Ibérica.

En el acto, celebrado en una sala secundaria del palacio del gobierno regional y sin apenas invitados, Torra evitó mencionar la Constitución y el Estatuto de Autonomía que regula el autogobierno regional, limitándose a prometer "cumplir lealmente las obligaciones del cargo, con fidelidad a la voluntad del pueblo de Cataluña".

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Los independentistas aceptaron únicamente la presencia de un representante "de perfil secundario" del gobierno español, que ante estas exigencias decidió no acudir al acto y denunció su discreto formato, que "degrada la propia dignidad" de la institución. El ministro de Exteriores español, Alfonso Dastis, criticó este tipo de ceremonia "a hurtadillas" como si Torra "fuera un presidente de segundo orden".

Acusado de xenófobo por la oposición por antiguos artículos muy ofensivos contra los españoles, Torra prometió ser leal al mandato de "construir un Estado independiente" y trabajar "sin descanso" por la república catalana.

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