Brasilia, Brasil | AFP

Por Jordi Miro / Yanina Olivera

Jair Bolsonaro y Marina Silva, precandidatos a la presidencia de Brasil, son dos caras de las inciertas elecciones de octubre: el ultraderechista previno contra una ‘venezuelización’ y anunció que recurrirá a militares para gobernar, mientras la ecologista llamó a “unir” al país, por encima de las etiquetas ideológicas.

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Bolsonaro, del Partido Socialista Cristiano (PSC), y Silva (REDE Sustentabilidade), los aspirantes con mayores posibilidades de ganar la primera vuelta de las elecciones del 7 de octubre si el encarcelado expresidente Lula es inhabilitado para postularse, participaron este miércoles en un evento organizado por la Confederación Nacional de la Industria (CNI) en Brasilia.

“Quiero un Brasil diferente del que tenemos. No queremos convertirnos en Venezuela ni en ningún otro país de pacotilla”, dijo Bolsonaro, aplaudido en varias ocasiones.

El excapitán del ejército, de 63 años, que reconoció “no entender mucho de economía”, dijo que pretendía promover una cumbre de gobiernos y partidos de derecha de la región, en oposición al Foro de Sao Paulo.

El admirador de la dictadura militar (1964-85), de llegar al gobierno, pondría “generales en los ministerios”.

¿Cuál es el problema? Los anteriores colocaban terroristas y corruptos y nadie decía nada”, lanzó el aspirante, que también defiende una liberalización del porte de armas para combatir la ola de inseguridad.

Silva apunta a la unión

Marina Silva, en su intervención, opto por la carta de la conciliación, para superar la polarización del país en las que se anuncian como las elecciones más inciertas desde el retorno de la democracia.

“No quiero situarme en un espacio de izquierda ni de derecha, más bien estoy dispuesta al diálogo y al debate para unir a Brasil en torno a aquello que nos interesa. El gobierno de unión que se pide después de las elecciones, se construye durante las elecciones”, aseveró.

“Las candidaturas no están ahí para destruirse unas a otras, sino para mostrar soluciones para Brasil”, dijo la candidata de 60 años, de fe evangélica.

“Desde mi punto de vista, Brasil debe ser pensado como un proyecto de prosperidad, pensando en la sustentabilidad económica y ambiental”, agregó quien fue senadora del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) y ministra de Medio Ambiente de Lula de 2003 a 2008, antes de presentarse a los comicios de 2010 y 2014, en los que quedó tercera con cerca de un 20% de los votos.

En un escenario sin Lula -que reúne la tercera parte de las intenciones de voto, pero que debe ser inhabilitado por su situación procesal- Bolsonaro logra el 17% de las adhesiones y Silva el 13%, de acuerdo con una reciente encuesta Ibope.

En el balotaje, Silva se impondría con facilidad, de acuerdo con otro sondeo del instituto Datafolha, publicado en abril.


Jair Bolsonaro, candidato a Presidente del Brasil. Foto:AFP.

Etiquetas

“No negocio con partidos que quieran lanzar a un Che Guevara al Palacio de Planalto”, afirmó Bolsonaro, mientras Silva pide despojarse de las etiquetas ideológicas.

“Históricamente, quienes van a la segunda vuelta, van con etiquetas. Quien se dice de centro-derecha tiene la etiqueta de la privatización, y la centro-izquierda, contra la privatización. No queremos entrar dentro de esas etiquetas”, afirmó Silva.

Tanto Bolsonaro como Silva carecen de estructuras partidarias fuertes y necesitan acuerdos para sustentar un eventual gobierno, pero la exministra no genera el rechazo que concita el excapitán.

El presidente de la CNI, Robson Braga de Andrade, destacó al abrir el evento que “un diálogo constructivo de los partidos políticos y la formación de una base de apoyo en el Congreso” son esenciales para avanzar.

El presidente conservador Michel temer debe transmitir el poder el 1º de enero de 2019, poniendo fin a un agitado mandato que estuvo marcado por la destitución en 2016 de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, por la peor recesión de la historia de Brasil y por la multiplicación de escándalos de corrupción que llevaron tras las rejas o sentaron en el banquillo de los acusados a gran parte de la clase política y de la élite empresarial del país.

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