POR DAVID M. MAYER

Un hombre bien intencionadopuede afectar involuntariamente a una colega con comentarios quequedan fuera de lugar. Desafortunadamente, el problema no es pococomún. Los psicólogos Peter Glick y Susan Fiske se refieren a estocomo sexismo benevolente, una actitud caballerosa que sugiere quelas mujeres son débiles y necesitan la protección de los hombres,en contraste al sexismo hostil (una actitud agresiva hacia lasmujeres y un deseo de controlarlas o dominarlas).

Aunque el sexismo benevolentepudiera no sonar tan mal, Glick y Fiske describen cómo esta clasede paternalismo sugiere que las mujeres necesitan que los hombreslas cuiden, y los hombres que respaldan esta clase de sexismobenevolente tienden más a aceptar el maltrato y el acoso a lasmujeres en el trabajo.

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Más aun, la investigacióntambién ha descubierto que el sexismo benevolente hace menosprobable que las mujeres reciban retroalimentación sincera yasignaciones desafiantes, y más común el que reciban ofertas deayuda no solicitada, que erosionan la confianza. Todo esto afecta lacompetencia percibida de las mujeres y les dificulta avanzar.

El sexismo benevolente sueleser insidioso y sutil. Por ejemplo, ciertos “halagos” querefuerzan estereotipos crean una doble atadura para las mujeres: Sison vistas y alabadas como amables, tienen muchas menosprobabilidades de ser consideradas competentes.

Investigaciones relevantessobre las cartas de recomendación para oportunidades laboralesencontraron que las mujeres tienden más a ser descritas comocomunitarias (usando palabras como “amable”, “amigable” o“útil”), mientras que los hombres tienden más a serdefinidos como agentivos (“inteligente”, “carismático” o“decidido”). Los solicitantes descritos con términoscomunitarios tuvieron menos posibilidades de ser contratados.

Hablar acerca de la apariencia de una mujer en un entornoprofesional también puede ser dañino para ella, especialmentecuando usted trata de alabar sus atributos relevantes al trabajo.Investigaciones recientes encontraron que la apariencia de lasemprendedoras tiende más a ser descrita por los inversionistas deriesgo que la de los emprendedores varones, y que estas y otraspercepciones estereotipadas de las mujeres afectaron el nivel definanciamiento que recibieron, en comparación con el de loshombres.

DEJAR DE USAR MÉTODOS CONTRAPRODUCENTES Y EMPLEAR HALAGOS

Referirse a una colega usando su primer nombre también esproblemático. Un estudio reveló que los médicos varones tiendenmucho más a ser presentados como “el doctor”, mientras que lasdoctoras tendían más a ser presentadas con su primer nombre.

Como mínimo, los hombres deberían usar esto como un mantracuando abogan en favor de las mujeres: “Me enfocaré en lacompetencia, no en la calidez. La describiré como autosuficiente,sin necesitar de mi protección. Me enfocaré en su cerebro, no ensu apariencia física. Elevaré su estatus con títulos, en lugar deusar lenguaje informal que disminuya su posicionamiento”.

Muchos hombres quieren apoyar a las mujeres en el trabajo.Entonces dejemos de usar métodos contraproducentes y empleemoshalagos que reconozcan, en lugar de dañar, la competencia,legitimidad y estatus de nuestras colegas.

(David M. Mayer es profesor asociado de administración yorganizaciones en la Stephen M. Ross School of Business de laUniversity of Michigan).

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