• POR MANFRED F.R. KETS DE VRIES

A Steven, el vicepresidente de operaciones en una compañía de medios, le pidieron dar una presentación sobre el programa de transformación digital de la organización ante sus principales 100 ejecutivos, durante un retiro anual de estrategia. Como las presentaciones en público nunca han sido su fuerte, Steven pasó una extraordinaria cantidad de tiempo preparándose para el evento. A pesar de las preparaciones, se quedó en blanco cuando le tocó el turno de hablar. Su presentación fue tan tartamudeante y confusa que Steven no logró soportar ir al trabajo el día siguiente, ni al siguiente. La compleja serie de emociones que Steven estaba sintiendo tienen un nombre simple: vergüenza:

En el centro de la vergüenza está el sentimiento de que estamos expuestos, ya sea ante otros o ante nosotros mismos. Ningún otro sentimiento es más perturbador o destructivo para el ego.

Después de un gran error, es natural sentirse avergonzado. Sin embargo, hacerse el enfermo como hizo Steven no es la respuesta necesaria. En lugar de ello, usted necesita entender el sentimiento y encontrar una forma de dejarlo ir.

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En términos generales, podemos observar dos estrategias para lidiar con la vergüenza: atacar al ego o atacar a otros. Aunque esas reacciones pueden ayudar temporalmente a la persona a sentirse menos avergonzada, eventualmente podrían empeorar las cosas. Sin atender la fuente de la vergüenza, se inicia un ciclo de retroalimentación negativa, por medio del cual la vergüenza se filtra hacia el centro de lo que es la persona.

Entre más poderosa sea nuestra experiencia de vergüenza, mucho más nos sentimos empujados a esconderla de los demás, e incluso de nosotros mismos. Por ende, el primer paso es traer a la luz lo que sea que percibamos como vergonzoso. Después de todo, una herida que nunca se expone nunca sanará. Si la herida es lo suficientemente profunda, quizá necesite pedirle ayuda a un consejero o terapista. Ser capaz de descubrir los orígenes de experiencias vergonzosas sentará las bases para tener un mayor control sobre su vida conforme entienda más el qué detona esas reacciones de vergüenza.

Un segundo paso es cultivar la autocompasión, abrazar lo que es usted y tratarse de la misma forma respetuosa y empática que trataría a otros. Cuando sienta vergüenza, pregúntese: "¿le hablaría a un amigo de la forma en que me estoy hablando a mí mismo en este momento?". Esta pregunta puede ayudarlo a reconocer cuándo una espiral de pensamientos negativos lo está dominando y puede desafiar su pensamiento basado en vergüenza.

Involucrarse en estas experiencias emocionales correctivas (como se les conoce en la psicología) puede ayudarlo a mejorar su sentido de autoestima, incrementar sus sentimientos de valía y pertenencia, alentar una mayor autoaceptación y reducir acciones malsanas ante la vergüenza, como el retraimiento y el contraataque.

La vergüenza es parte de la experiencia del ser humano. Mantener en perspectiva sus sentimientos de vergüenza puede aliviarlo de cualquier tendencia dañina de autoculparse y, eventualmente, puede ayudarlo a estar en paz con su lado sombrío. Saber que usted es lo suficientemente bueno, valioso y merecedor de amor y aceptación es esencial para desarrollar resiliencia y vivir su vida más auténtica.

(Manfred F.R. Kets de Vries es un instructor ejecutivo, psicoanalista y académico de administración.)

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