Las elecciones generales del año que viene absorben el foco de este Gobierno que se encuentra totalmente desatinado de las respuestas que busca la ciudadanía a los problemas que azotan al país. Además de la pandemia del covid-19, existen otros problemas acuciantes como la sequía, las políticas de medio ambiente, mal servicio de agua potable, la falta de trabajo, la desesperante inseguridad, la falta de dinero circulante en la calle, el contrabando, etc.

La lista de urgencias es larga, lastimosamente a la par la agenda del Gobierno está llena de actividades políticas y de intereses particulares al punto de que el ministro de la sensible cartera de seguridad se aboca a revanchas políticas con intenciones de seguir colgado del cargo público, mientras los delincuentes hacen fiestas en las calles.

El “desastre” básicamente se fue apoderando de este gobierno. Las continuas denuncias de corrupción en todos los niveles no han dado treguas ni en tiempos de crisis sanitaria, al contrario, allí se multiplicaron con negociados a costa de la salud de la ciudadanía.

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Un vicepresidente en funciones que se pasea haciendo campaña, arreando detrás funcionarios que actúan más de leales que como servidores públicos, mientras perciben millonarios sueldos, son una bofetada para todos los sacrificados compatriotas que mantienen la estructura estatal con sus impuestos.

Mientras el país se incendia, el Gobierno y su gabinete entablan fuertes pujas por el zoquete. Arnaldo Giuzzio, quien en su época de fiscal no cerró grandes casos de corrupción y delitos económicos, ahora se muestra “preocupado” por el lavado de dinero, para seguir anclado al poder.

El ministro Mario Varela, de Acción Social, es otro que se encuentra en un intenso tren proselitista. Los de Essap y otras instituciones también con intensos tours políticos, mientras la gente se lamenta por los malos servicios básicos.

El bochornoso caso que se dio en estos días del “despido” anunciado por el viceministro de Política Criminal a su jefa, la ministra Cecilia Pérez, es una de las últimas y tantas demostraciones del desorden como de la situación a la deriva en el equipo del Ejecutivo.

Lejos de coordinar acciones interinstitucionales con miras a mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, predomina la inoperancia y la desesperación por cupos políticos.

De vuelta el repunte extraordinario de contagios del covid genera toda una incertidumbre de cómo avanzará este año que acaba de ingresar.

La salud y la educación merecen especial atención en este contexto en que necesitamos seguir para adelante, los niños deben adecuarse a las nuevas dinámicas de convivencia, de manejo sanitario en sus procesos educativos. Sin embargo, no se ven mayores estrategias de socialización en estos rubros.

Obviamente una política de reactivación del empleo es clave, pero las autoridades de esta cartera están ocupadas en seguir la línea proselitista para el continuismo.

Hay cuestiones de Estado muy sensibles para nuestro presente y futuro como el tema de las negociaciones de la tarifa de Itaipú. Sin embargo, las explicaciones están en la nebulosa, no aterrizan para la ciudadanía.

Verdaderamente, todo apunta que este puede ser otro año perdido, con el agravante de que los inescrupulosos y oportunistas aprovechen el tiempo electoral para calzar de vuelta en lugares claves de nuestro Estado. Ante este riesgo recaerá nuevamente en la ciudadanía el celoso custodio de los recursos para que los políticos vividores de la cosa pública no terminen rematando el patrimonio del país.

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