Ha transcurrido algo más de la mitad del año y el panorama general del país se va acla­rando. Aunque aún persiste la pandemia, los casos son mucho menores y su presión sobre la salud y la sociedad ya no es tan fuerte como en meses anterio­res. Numerosos elementos que muestran la marcha de la producción y la evolución de las actividades económicas revelan algunos datos muy positivos que hacen pensar que este año será mucho mejor a los dos anteriores. Por eso, algunas enti­dades que estudian la realidad paraguaya están elevando sus perspectivas de cre­cimiento por encima de lo previsto en meses pasados. Y hacen hincapié en la necesidad de la reforma del Estado para que se puedan consolidar los avances que se están haciendo.

Uno de los pronósticos más recientes indica que la economía tendrá un más alto desempeño este año que el que se preveía anteriormente. Esto se debería sobre todo al mejor desenvolvimiento de diversos sectores del área económica y a la nota­ble caída de los casos de coronavirus en el último mes. Sin embargo, la sequía y otros fenómenos climáticos adversos podrían dificultar una mayor alza.

En el informe correspondiente a agosto, el banco Itaú dice que la economía para­guaya crecerá un 5% durante este año, una cifra superior a la que había estimado un mes atrás cuando pronosticaba un 4,5%. Argumenta que el alza se debe a que la actividad estuvo mejor que lo esperado anteriormente gracias al repunte más rápido que se notó en varias áreas.

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Apunta que los casos y muertes por covid-19 se desplomaron en julio, lo que hizo posible que prosiguiera la apertura eco­nómica, a pesar de que el porcentaje de la población vacunada sigue siendo bajo.

Un detalle no menor es que el déficit fiscal siguió disminuyendo en julio, ya que cayó al 3,8% al término de ese mes, del 4,0% en el segundo trimestre de este año. En el primer trimestre el saldo negativo había sido de 5,4%, por lo que la baja anotada en el último mes es importante, ya que se debe a la recu­peración de los ingresos impositivos, la reducción de la pandemia y de gastos varios.

La proyección de la economía realizada por Itaú es la más alta para el 2021, ya que está por encima de las previsiones del Banco Central del Paraguay (BCP) y de las otras entidades.

Pero si bien los pronósticos son positi­vos, para que el país se pueda recuperar adecuadamente es imprescindible trans­formar la estructura del Estado. Lo que quiere decir que además de los elementos coyunturales del día a día, en el fondo lo que importa es que el aparato público se achique y se adecue a la necesidad de rea­lizar más inversiones en lugar de hacer gastos corrientes sin mayor provecho. El Paraguay es un país encorsetado por su dura estructura estatal, que le impide gas­tar menos en erogaciones inútiles y hace que deba dejar de lado las inversiones y gastos de capital por el tamaño exagerado de su burocracia.

Una de las propuestas para achicar el Estado es la aprobación de una nueva ley de la función pública que se encuentra en el Congreso. Con esa norma se quiere mejorar la calidad del gasto público, pues se pretende reestructurar el marco jurí­dico de los funcionarios estatales, ins­talando una carrera de servicio civil, buscando la profesionalización de los servidores estatales, estableciendo topes salariales y disminuyendo la cantidad de empleados públicos.

Otra disposición en estudio es la relacio­nada con los suministros y compras públi­cas, que plantea crear un sistema nacio­nal de operaciones estatales incorporando innovaciones internacionales y así mejo­rar las adquisiciones del Estado.

Pero además de las leyes, que son nece­sarias, hace falta una decidida voluntad de parte del sector público para llevar a cabo la reforma estatal. Cosa que no se está viendo pues la clase política no parece mostrarse interesada en cortar los gas­tos superfluos y disminuir el número de empleados innecesarios. Hay que conven­cerse de que ningún crecimiento podrá ser realmente efectivo si no se cortan los gastos superfluos y se logra instalar un Estado eficiente que no sea utilizado para calmar la angurria de ciertos inescrupulo­sos, sino para el bienestar del país.

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