Las condiciones para construir un futuro sólido para nuestro país dependen de la corrección de los desaciertos y de intensificar los aspectos positivos que presenta la realidad nacional. Y según los analistas, se está en el momento justo para adoptar las decisiones que aconsejan las circunstancias actuales.

Así como el Banco Interamericano de Desa­rrollo (BID) señaló que el Paraguay debe rea­lizar algunas reformas estructurales para superar la emergencia y abrirse a un sólido crecimiento, la calificadora Standard & Poor’s (S&P) dijo que debe consolidar sus ins­tituciones con mayor transparencia y comba­tiendo la corrupción.

Las opiniones de fondo sobre la situación nacional son coincidentes y trazan varias pistas por las cuales se debe transcurrir para obtener los objetivos. Esto, sobre todo, teniendo en cuenta la emergencia sanitaria ocasionada por la pandemia, con la enorme carga de frustraciones que provocó a nuestra sociedad.

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Una de las especialistas del BID que analizó la situación del país había señalado que tiene como desafío la inserción internacional para promover su crecimiento, y que para ello debe fortalecer su política comercial a fin de atraer más inversiones, además de diversificar su actividad económica y realizar reestructu­raciones.

En un reciente encuentro virtual en que se analizó la situación paraguaya para su nota como país, un técnico de la S&P dijo que para que Paraguay alcance el grado de inver­sión en su calificación soberana debe mejo­rar sus resultados económicos y, especial­mente, su situación institucional, con mayor transparencia, combate a la corrupción y previsibilidad.

Consideró que nuestro país mantiene esta­bles sus fundamentos económicos a pesar de la crisis pandémica. Por eso, no se prevén cambios en su perfil de riesgo en el mediano plazo.

La explicación está en que la pandemia llegó aquí en medio de un panorama financiero más favorable que el de las otras naciones de la región. A esto se añade que Paraguay logró mejoras significativas en su institucionali­dad en los últimos diez años, sobre todo por la aplicación de la Ley de Responsabilidad Fiscal, en que se fija como tope del déficit fis­cal el 1,5 %.

Pero la principal falencia que encuentra la calificadora en nuestro país está en sus insti­tuciones. Según un técnico de la consultora, para poder alcanzar el grado de inversión, “la principal diferencia que se observa con relación a otros países de la región es la dife­rencia que hay entre las instituciones y cómo estas son sólidas e independientes”. Sostuvo que las mejoras graduales que se hacen y se observan en las instituciones están madu­rando, pero existe una divergencia con res­pecto a los países que ya poseen calificacio­nes desde BBB para arriba. Paraguay está dos peldaños debajo de esa calificación, pues se encuentra en BB con perspectiva estable. Pero está mejor que otras naciones, ya que el 60 % de los países de la región sufrió varia­ciones negativas en su calificación. Por eso, Paraguay enfrenta esta situación con un per­fil financiero más saludable que sus pares de la zona y se espera que su crecimiento a corto plazo oscile entre el 3,5 % y el 4,0 % de su pro­ducto interno bruto (PIB).

El diagnóstico económico paraguayo parece claro ya que diferentes visiones apuntan fun­damentalmente a lo mismo, que la pandemia lo tomó mejor parado que a otros países por sus buenos antecedentes económicos. Que se deben realizar cambios estructurales y que para mejorar su calificación debe insistir en la transparencia y combatir la corrupción.

No hay que olvidar que todos los pronósti­cos favorables que trazan los analistas para el futuro paraguayo descansan principalmente en cómo se haga frente a la pandemia. Y aquí se vuelve a la necesidad de que se haga una inmunización masiva que garantice la salud de la gente para que se pueda trabajar en paz y conquistar los niveles de crecimiento que requiere el país.

La actual perspectiva sanitaria que pre­senta la llegada de más dosis de vacuna y la disminución paulatina de nuevos contagios del covid-19 dibuja el futuro inmediato con un trazo esperanzador. Pero nada es gra­tuito ni milagroso. Todo depende de la ges­tión para encarar el problema de la salud con la inmunización colectiva para cubrir las falencias existentes. Y, para esto, se requieren principalmente decisión política y rigor profesional.

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