La resolución dada a conocer la semana pasada sobre el caso Bianca pone de manifiesto la aridez de las decisiones de un gobierno que opera desde la estrechez de operativas burocráticas y sin aprovechar la verdadera potencia de la política para el manejo de las situaciones críticas. Esta ausencia de inteligencia política, lo que en la individualidad de las personas sería como la falta de inteligencia emocional, hace que un gobierno tome decisiones o acepte sugerencias absolutamente divor­ciadas de la realidad, de la empatía social o del interés de los connacionales.

Pese a los esfuerzos realizados posterior­mente para enmendar el mal paso, un gobierno de por sí cuestionado por su falta de liderazgo nos entregó una imagen triste de autoridades escrachadas por ausencia de sentido común y por sobre todo sentido humanitario. Ello se potencia con las sos­pechas que existen sobre la ausencia de claridad en el manejo de las arcas públicas en plena crisis pandémica.

Se habrá podido observar también que ningún sector de la “oposición” alzó la voz para expresar un atisbo de indigna­ción o incluso de solidaridad. Los “oposi­tores” más estridentes como los del PDP siguen colgados de las tetas del Gobierno imposibilitados absolutamente de criti­carlo aun en estas circunstancias, mien­tras el Frente Guasu, según se pudo ver en la semana, goza compartiendo opíparas cenas con los líderes del oficialismo, silen­ciosos también para formular una queja porque –ya se sabe– no se habla con la boca llena.

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Este capítulo demuestra con enorme capa­cidad descriptiva lo que sucede cuando los opositores se entregan a los brazos del poder mediante acuerdos y cambalaches y miran para el costado a la hora de defender a las personas en condiciones de necesi­dad. Esas redes sociales que están cotidia­namente llenas de supuesta indignación por asuntos que son de su interés, estu­vieron calladas, esta vez, en las cuentas de estos referentes de la oposición.

Pero afortunadamente allí estuvo la ciu­dadanía para alzar su voz y manifestarse, acompañando a los valientes padres de Bianca que durante todo este tiempo han demostrado el inconmensurable poder de la tenacidad y la perseverancia para derrumbar los muros de la insensibilidad y la incomprensión aun cuando ellos fueran aparentemente infranqueables.

El camino y las decisiones asumidas por las autoridades (hasta su cambio de opi­nión de últimos días) en este sonado caso son una prueba palpable de la ausencia de una visión de estadistas. Todo se observa y se resuelve a corto plazo, o peor aún, de inmediato, sin que existan reflexiones sobre las consecuencias políticas de las decisiones que se van tomando.

El Gobierno no ejerce –tampoco– una eva­luación del deterioro que estos desaciertos ejercen sobre su imagen de cara al futuro, lo cual, por cierto, es enormemente ren­table para los mendigos del poder que hoy se sientan en su mesa y que como oposito­res reclamarán la propiedad del poder en el 2023, porque es legítimo que todos lo reclamen. Los que deficitan en inteligen­cia política no son los opositores aliados al Gobierno (al contrario, lo ejercen con astu­cia), sino el Gobierno mismo.

La ausencia de empatía política y social demostrada por las autoridades en el caso de la niña Bianca debe servir como ejem­plo sobre la importancia del análisis estra­tégico en el Gobierno, porque las acciones que tienen que ver con aquellas cuestiones que hacen al consenso de los ciudadanos deben protegerse con los dispositivos que protegen la gobernabilidad, deben tener ese rango. La ausencia de talento político produce decisiones que convierten un mal paso en un irreparable golpe reputacional.

Es de esperar que los caminos se liberen de obstáculos para que sus padres y la socie­dad puedan compartir la alegría de la meta alcanzada en el caso de Bianca.

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