La semana pasada, en la Cámara de Senadores, en una extraña alianza política de sectores que ideológicamente poco tienen en común, decidieron endeudar más al país mediante el expediente de contratar nuevos préstamos. Grupos parlamenta­rios de la bancada oficialista colorada, del Frente Guasu, liberales del efrainismo y exponentes del Partido Democrático Pro­gresista acordaron llevar adelante la pro­puesta del Gobierno de contratar nuevos empréstitos por encima de los ya conse­guidos este año.

La idea del Poder Ejecutivo es endeudarse más todavía con el pretexto de hacer más obras de infraestructura con la historia de proporcionar mayor cantidad de mano de obra a la población. El discurso puede ser atractivo y hasta parece bien inten­cionado, pues se trataría de ayudar a la gente. Pero teniendo en cuenta los hechos objetivos se parece a un sofisma encu­bierto. Porque, mostrando la cara bonita de un proyecto, en el fondo se está hun­diendo más al país mediante la contra­tación de nuevas deudas, sin importar que el mayor déficit que se instalará no es saludable para la economía paraguaya y echará por tierra el equilibrio macroeco­nómico que trabajosamente se ha logrado en los últimos quinquenios.

Algunos analistas han señalado que es muy perjudicial ir aumentando el endeudamiento público, porque se está ascendiendo a puntos críticos a los que no se recomienda llegar debido a que es una zona muy peligrosa de la que no se vuelve con facilidad. Recordaron el caso de algunos países que se han ubicado en sitios de mucho riesgo y que ahora no solo no pueden conseguir créditos bara­tos sino que están con graves problemas para hacer frente a sus obligaciones con­tractuales. Dijeron que, con los endeuda­mientos proyectados, Paraguay sobrepa­sará los límites prudenciales con relación a su producto interno bruto (PIB) y que lo peor es que su capacidad de pago es muy baja porque la mayor parte de sus recaudaciones fiscales va para los sueldos públicos. Tan delicada es su situación, que para poder cumplir con sus venci­mientos, tiene que volver a prestar plata, lo que vulgarmente se conoce como bici­cleteada, que se considera una práctica muy peligrosa.

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Uno de los fuertes cuestionadores del afán de meterse en más deuda es el ex ministro de Hacienda, Santiago Peña, quien señaló que es imprudente la acti­tud gubernamental de no querer respetar los límites del déficit fiscal establecidos por la ley usando la situación de emergen­cia como justificativo. Señaló que se está llegando a un déficit fiscal de 6% o 7% del PIB y una deuda pública que ya alcanza el 32% del valor de nuestra economía.

Reiteró que la situación planteada no es conveniente. Dijo que invertir en progra­mas sociales e infraestructura es desea­ble, pero remarcó que hay que tener cui­dado de que la medicina que se le da a un enfermo finalmente no termine perjudi­cándolo.

El cuestionamiento se basa en que, debido a la emergencia económica oca­sionada por los efectos de la pandemia, algunos sectores se creen con vía libre para seguir endeudando al país sin tener en cuenta los riesgos que ello implica. Y que mediante acuerdos políticos pueden llevar adelante algunos proyectos legis­lativos cuyas consecuencias pueden ser graves para el equilibrio económico, una cualidad muy necesaria para que un país pueda seguir creciendo.

En el proyecto de ley del presupuesto estatal para el 2021 se contemplan nue­vos préstamos como único recurso para conseguir fondos con que sufragar gran parte de los gastos del Estado. Esto por­que la mayor parte de los ingresos fiscales se destinará a salarios públicos y gastos corrientes que no tienen mayor utilidad.

En la propuesta para el año entrante el Poder Ejecutivo hizo importantes recor­tes en sus gastos, como la no creación de nuevos cargos públicos, la prohibición de aumentos salariales, la no autoriza­ción para comprar vehículos, además del corte de fondos para financiar combus­tibles, viáticos especiales y sobresueldos de los empleados públicos. Pero, debido a que el aparato estatal tiene un tamaño desmesuradamente grande, tales ahorros son insignificantes y el peso que sigue teniendo su sostenimiento es demasiado para sus escuálidas finanzas.

Por todo ello el hecho de seguir incremen­tando su deuda como recurso para finan­ciar sus gastos está muy mal visto, y se cree llegada ya la hora para que ponga fin a ese despropósito.

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