Al cumplirse los dos años de la actual administración al frente del Gobierno, algu­nos analistas hicieron críti­cas ásperas y otros prefirieron una dosis de clemencia. Todos coincidieron en que no fueron tiempos fáciles por circuns­tancias que nadie esperaba y que ponen a prueba la capacidad de las autoridades para enfrentar la situación. Al margen de las calificaciones buenas o malas, hay que saber que estamos viviendo en un escena­rio muy complejo en que se mezclan erro­res propios y factores ajenos que complica­ron la situación. No se trata de criticar, en el sentido peyorativo del término, sino de señalar los hechos como una realidad que hay que enfrentar con racionalidad.

Ante la compleja coyuntura que le toca al país, no hay otra alternativa que buscar el rumbo adecuado y destinar todos los recursos disponibles, monetarios, políti­cos, sociales e intelectuales para encon­trar la solución más rápida y menos trau­mática.

En el horizonte se vislumbran nubes de incertidumbre difíciles de desentrañar, no hay señales diáfanas de lo que nos espera. Pero una cosa aparece bien clara, que hay que emprender la recuperación con rapi­dez mediante una gestión dinámica, que es el principal desafío económico para el Gobierno al comenzar su tercer año de labor. A pesar de los rigores de la cada vez más terrible pandemia, la economía para­guaya puede resistir los embates y apun­talar un crecimiento, gracias a la fortaleza macrofiscal que se ha construido en los últimos años y que está amenazada. Pero depende de la gestión de las autoridades actuales para que esa potencia sea acom­pañada con una gestión apropiada para sobreponernos al mal momento.

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Algunos analistas han calificado de mala la gestión del Gobierno, porque no ha bajado la evasión impositiva, no redujo la corrupción pública, ni ha disminuido los gastos ineficientes del Estado, hechos a los que se suma el exagerado endeudamiento público que alcanza niveles peligrosos sin que se hayan atendido las demandas socia­les apremiantes. Opinan que el golpe sani­tario y económico causado por la enfer­medad ha puesto de manifiesto las graves carencias existentes y la respuesta que se ha dado no ha sido la adecuada, sobre todo porque se ha endeudado al país sin respon­der a los requerimientos más apremiantes.

Sostienen que el modelo económico está agotado, por sus deficiencias en el campo fiscal como en el monetario y que debido al déficit de las finanzas públicas la situa­ción fiscal es la más preocupante. Agregan que en las actuales condiciones de escasez de recursos el plan de reactivación es solo una expresión de buenos deseos, dado que no hay cómo financiar algunos proyectos.

Una de las preguntas apremiantes es cómo financiar el futuro. Con una deuda pública que llega al 30,7% del PIB y una economía deteriorada no es fácil encontrar la res­puesta. Cómo hacer actualmente para sos­tener el empleo y oxigenar a las empresas cuando no hay medios financieros es otra de las incógnitas.

Por eso aseguran que llegó el momento de idear un nuevo modelo económico que pueda dar respuestas a los requerimien­tos de la coyuntura actual y remedio a nuestros males crónicos. En ese plantea­miento está en primer lugar una profunda reforma del Estado, que mejore la admi­nistración pública, disminuya drástica­mente los gastos estatales, incremente los ingresos tributarios, baje la evasión fiscal y elimine los niveles de corrupción instalados en su estructura. Idear y crear un nuevo modelo puede ser una empresa complicada, pero la emergencia sanitaria y económica es el mejor escenario para una cirugía mayor, como ocurre con la crisis de salud en un enfermo. El nuevo régimen económico tiene que hacer énfasis en la participación de la producción, el campo, la microeconomía, el apoyo a las empre­sas y al fortalecimiento de las fuentes del empleo. Tiene que poner el acento en el combate a la pobreza, buscando eliminar la desigualdad y la exclusión.

En el campo tributario, cualquier reforma que se plantee debe servir para recaudar más mediante la eficiencia del fisco antes que crear nuevos impuestos que casti­guen a los contribuyentes de siempre. De nada sirve apretar más a los que ya pagan dejando el campo libre a los evasores. No sabemos qué hará finalmente el Gobierno. Pero ha llegado la hora de un modelo eco­nómico más eficiente.

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