La metodología y la filosofía que se use para elaborar el Presu­puesto General de la Nación 2021(PGN) determinará el futuro económico y social del país en el próximo año, en el que variable depen­diente será la administración de la pan­demia por parte de los responsables de la salud y de la conciencia ciudadana. El nuevo presupuesto de gastos e ingresos debe estar pensado tanto en la reacti­vación económica como en la seguri­dad de la población. No es una opción privilegiar una u otra, porque el capital sin las personas no tiene utilidad y vice­versa.

Para todos está claro que como nunca los recursos del Estado serán escasos porque el sector formal de la econo­mía pasa por un mal momento, lo cual repercute en las arcas fiscales. A pesar de las buenas perspectivas esgrimi­das por los organismos internaciona­les de que Paraguay será la nación con las mejores posibilidades de alcan­zar una pronta recuperación respecto de sus vecinos, esto va a depender en gran medida de que las autoridades económicas agudicen la creatividad y la experiencia para formular un PGN que refleje un Paraguay con estabili­dad y previsibilidad. Por ello, insistir en nuevos endeudamientos en el presente periodo fiscal es peligroso, así como no retomar el control del manejo del déficit fiscal, que debe volver al tope de 1,5% del producto interno bruto para el 2022.

Se espera de senadores y diputados la racionalidad en el análisis del plan financiero, puesto que, ante las crecien­tes necesidades económicas y sociales por causa del coronavirus, surge una alta posibilidad de que desde el Con­greso Nacional terminen aprobando un presupuesto populista, lo que engen­draría una situación peligrosa para el país. El presupuesto de la Nación del próximo año debe estar blindado del particular pensamiento ideológico que mueve a los legisladores. Esta herra­mienta de desarrollo debe ser mane­jada por los congresistas con la debida responsabilidad porque con ella nos estamos jugando el pellejo, que es salir en las mejores condiciones de la actual crisis.

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Los políticos que deambulan por los pasillos de sus partidos así como los que están cumpliendo un mandato popu­lar de representación deben considerar que el mejor escenario político-electo­ral que pueden construir no es ponerle palito en la rueda al Gobierno Nacio­nal con el plan financiero para el 2021, porque no solo fracasa el Gobierno, sino que los electores serán arrastrados en la vorágine de la recesión económica. La estrategia de generar el caos para cosechar beneficios como mínimo es una traición a sus adherentes. La mejor herencia que pueden dejarle al Para­guay y al próximo gobierno es una eco­nomía estable para minimizar los efec­tos de la convalecencia.

Esta semana, los titulares de los entes del Estado deben presentar al Ministe­rio de Hacienda su plan de austeridad, tal como había solicitado el presidente Mario Abdo. Esto para posteriormente iniciar la fase final de consolidación del plan financiero y presentarlo al Con­greso para su análisis. Los secretarios de Estado deben estar conscientes de que el país atraviesa por momentos en los que se exige al sector público mode­ración, con mayúsculas. Es el momento de anular las nuevas contrataciones y nombramientos de personal, ejecu­tar los recortes de gastos superfluos y complementarios, entre otros gastos corrientes. El mundo cambió y exige al sector público priorizar lo urgente sobre lo importante.

Los sectores ciudadanos esperan de las autoridades del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo visibles seña­les de austeridad y sensatez. Luego de enfrentar esta realidad económica y social tan adversa por causa del corona­virus lo mejor que pueden ofrecernos es mantener bajo control las variables macroeconómicas, que tanto costó a los gobiernos pasados construir, así como recuperar en la ciudadanía la confianza aprobando un plan financiero 2021 que brinde estabilidad y previsibilidad.

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