Además de la gravedad de los problemas sanitarios ocasio­nados por la pandemia y sus perniciosas consecuencias en el movimiento económico, el Gobierno está enfrentando el mayor endeuda­miento público de los últimos tiempos. El alto crecimiento de la colocación de bonos estatales y la toma de préstamos han llevado a la deuda del Estado para­guayo a su máxima expresión histórica durante la administración actual, lle­gando ya a zonas de cuidado con relación a su peso en la economía total.

Paralelamente al incremento del pasivo estatal, el fisco sufre una fuerte caída de los ingresos tributarios, con lo que está claro que el Estado no tendrá dinero para pagar los vencimientos de la deuda, puesto que la mayor parte de sus percep­ciones monetarias va a parar a salarios y otros gastos fijos. Por lo tanto, tendrá que recurrir a medidas muy poco recomen­dables, como tirar para más adelante los pagos de sus compromisos mediante la vulgarmente conocida bicicleteada, típico recurso de los que no cumplen sus obliga­ciones financieras en tiempo y forma.

Conocidos expertos de nuestro país han dicho que no es bueno que el Gobierno siga contratando más deuda debido a sus perniciosas consecuencias. Pero, al mismo tiempo los que administran las finanzas públicas no saben de dónde sacar la plata para enfrentar las necesidades actuales y plantean tomar nuevos présta­mos o colocar más bonos para sobrellevar los rigores financieros del momento.

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Cifras del Ministerio de Hacienda indican que la deuda pública aumentó en 2.012,3 millones de dólares de enero a junio, lo que representa un 22,7% de incremento. Con ese monto el total del débito estatal asciende a 10.871,4 millones de dólares, una suma jamás alcanzada en la historia del Paraguay. Esa cifra está representando el 30,7 % del producto interno bruto (PIB), un porcentaje que el Fondo Monetario Internacional considera de cautela para un país, pero que no llega todavía a peligroso, por lo que se enciende la luz de alerta.

En los últimos años, el endeudamiento de Paraguay tuvo un importante incre­mento. Pero lo más resaltante es que con el Gobierno actual, desde diciem­bre del 2018 hasta junio último, la deuda pública aumentó en 35,2%. Con relación al tamaño de la economía, estas cifras tienen un mayor peso, pues si en diciem­bre del 2018 la deuda de Paraguay era el 19,7 de su PIB, en junio último alcanzó al 30,7% del valor de su producto.

Del total de su endeudamiento (US$ 10.871,4 millones), el Estado paraguayo debe 9.339 millones de dólares a acreedo­res externos, lo que constituye el 85,9% del total. Su deuda interna asciende a 1.532,4 millones de dólares, el 14,1%.

Considerando que en lo que va del año el Estado aumentó su pasivo en más de una quinta parte del total (22,7%), puede afir­marse que el Paraguay ha entrado en la peor etapa deudora de su existencia finan­ciera. Es cierto que ese gran incremento en el pasivo estatal es una de las pernicio­sas consecuencias ocasionadas por la pan­demia. Pero también hay que considerar que el covid-19 no debe servir de pretexto para quienes desean seguir endeudando al país; pues, el Ministerio de Hacienda está proponiendo contratar aun más empréstitos para enfrentar sus pagos.

Teniendo en cuenta que la actividad eco­nómica caerá este año en 3,5%, según el Banco Central, y que, de acuerdo a Hacienda, los ingresos impositivos dis­minuirán en 10,7%, el escenario que se tiene llama a ser cautos y a no recurrir al sobreendeudamiento, que es la tendencia que se observa.

Aunque las recaudaciones fiscales están mejorando comparado con los peores meses pasados, se está muy lejos de lo necesario y en ese campo no hay esperan­zas ciertas de cubrir las expectativas.

En el ámbito sanitario se está entrando en un capítulo lleno de incertidumbre, pues el aumento de contagiados y fallecidos va demostrando que el coronavirus está en pleno ascenso sin que se note nada que lo pueda detener. Y si no se la llega a dominar razonablemente en todo el país, no hay certezas sobre nuestro futuro inmediato; pues, aunque se pronostica un creci­miento económico para el 2021, por expe­riencia ya se sabe cuán dudosas e imprevi­sibles son las predicciones en esa materia.

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