Se viven tiempos difíciles a consecuencia de la propagación extraordinaria del dengue. Los hospitales públicos y privados no dan abasto en la atención de pacientes que se enfrentan en las calles, en sus casas, en sus vecindades con la amenaza de un mosquito que nace, se cría y transmite desde el caldo de cultivo de la ausencia de adecuadas prácticas sanitarias. El número de muertos a consecuencia de la enfermedad crece día a día en las estadísticas del Ministerio de Salud.Este primer párrafo podría confundirse con una crónica de diario del siglo antepasado, pero no es así, sucede hoy y ahora. Ante ello cabe reflexionar una vez más sobre todo lo que se hizo mal para que las cosas alcanzaran tal nivel de gravedad.
Con mucha frecuencia se menciona –y con gran razón– la responsabilidad de los ciudadanos en la ausencia de un criterio común al respecto de cómo cuidar sus comunidades desde una perspectiva de acción pública colectiva; pero eso no resta culpa a las autoridades, cuyo rol, principalmente en los municipios, no deja otra caracterización sino la irresponsable paternidad de este nivel de expansión, al no dictar en toda la historia planes de políticas públicas que organicen a los ciudadanos y sus barrios para evitar ser hospederos del vector del dengue.
Naturalmente, las autoridades municipales, como siempre, serán padres irresponsables de los problemas que nos agobian a los ciudadanos y en el marco de verdaderos shows mediáticos pretenden que con “mingas ambientales” y el discurso sobre que “la gente es sucia” le están sacando la nalga a la jeringa; pero no es así, ellos tienen una responsabilidad central en esta tragedia ambiental que deriva en una crisis sanitaria histórica. El hecho de que Asunción y otras ciudades aledañas sean foco de la epidemia no guarda relación –solamente– con el volumen de población que albergan, sino cómo esta población ha sido desatendida en orientaciones y acciones de prevención por parte de sus autoridades.
Es de esperar que las futuras autoridades municipales (si aún se puede tener esperanza) cambien estas actitudes y demuestren que el primer día de mandato y hasta el último serán consagrados a luchar contra este flagelo y que tales acciones no se limitarán a las cuasiinocuas mingas, sino a verdaderas soluciones estructurales y a campañas precisas de educación de los miembros de esta comunidad sobre cómo atender el ámbito privado de la propagación y cómo sumarse como factor de cooperación para que el ámbito público también se mantenga aislado.
Vamos a vivir de nuevo una etapa electoral en la que abundarán alusiones triunfales sobre engañosas fórmulas mágicas para “cambiar Asunción” desde las nuevas autoridades del municipio. Esta vez los ciudadanos deben ser contralores y exigir que tales anuncios tengan no solo el que, sino el cómo y en el marco de todas las promesas que se van a ensayar con locuaz propagandismo se exija a los postulantes a ser claros, precisos y concretos sobre cuáles son sus planes respecto del tema dengue.
No podemos seguir admitiendo que el asunto sanitario desde su perspectiva de comunidad siga ausente en los planes municipales, peor aun, cuando debemos ser damnificados de una etapa de ruido electoral que como siempre será prodiga en falsedades. Exijamos a los candidatos a cargos municipales, en concreto, que nos digan cómo harán para mitigar y acabar con el problema del dengue en la comunidad en lo que al municipio le compete: mantener la ciudad limpia.