La fuga de 75 reos –algunos dicen 76– de la cárcel regional de Pedro Juan Caballero, que pertenecen a la famosa agrupa­ción criminal brasileña Primer Comando Capital, más conocida por su sigla PCC, es un hecho espectacular que revela como ningún otro la extrema situación del sistema penitenciario de nuestro país. El acontecimiento puede calificarse con cualquier adjetivo que implique asombro y extrañeza, pero más que nada es un hecho extremadamente vergon­zoso porque retrata con toda su crueldad la gran corrupción existente en las insti­tuciones públicas encargadas de resguar­dar a los hombres y mujeres recluidos en las penitenciarías.

Dado que las cárceles son lugares donde están presas personas condena­das o investigadas por delitos cometi­dos, no se puede esperar que en ellas se den precisamente hechos edificantes que puedan asombrarnos por su ter­nura. Pero tampoco se puede esperar que de ellas puedan escaparse con toda tranquilidad tanta cantidad de reclu­sos sin que se percaten los guardias ni llamen la atención de nadie, como si fuera un hecho normal. Está revelando que algo muy grave está aconteciendo para que 75 presidiarios de alta peli­grosidad puedan salir de sus celdas y de la institución carcelaria como si fuera un simple acontecimiento cotidiano.

Todos los elementos que se han cono­cido en las primeras horas de la investi­gación de la fuga revelan que hubo com­plicidad, colaboración, encubrimiento, para que los reos prepararan y concre­taran su huida con seguridad. Para ello, los delincuentes compraron con plata proveniente del crimen la colaboración de los guardias y funcionarios peniten­ciarios que les dejaron escapar sin opo­ner obstáculo de ninguna clase. Lo que se llama en la jerga policial un crimen perfecto. Porque dejar escapar de la cárcel a tantos peligrosos delincuentes es un crimen, y de los grandes.

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El personal penitenciario no solo dejó de ver y escuchar lo que hacían los pre­sidiarios para preparar su fuga, sino que colaboró para ello. Es altamente probable que muchos de ellos hayan salido por las puertas de la penitencia­ría llevando sus enseres como en cual­quier mudanza normal.

El propio ministro del Interior aseguró que los criminales abandonaron la cár­cel por la puerta y que el túnel fue más bien parte del maquillaje de la opera­ción. “El túnel fue un recurso engañoso para legitimar o maquillar la liberación de los presos. Acá hay complicidad con gente de adentro y este es un fenómeno que abarca a todas las penitenciarías”, aseveró.

Numerosos elementos implican gra­vemente a los guardias del penal. La construcción de un túnel de entre 15 y 20 metros de longitud no se puede hacer sin los instrumentos necesarios para cavar, como palas, picos y otros elementos similares. Alguien dejó entrar esos implementos y los proveyó a los presos.

La tierra que se sacó de la excavación se puso cuidadosamente en centena­res de bolsas de plástico que se acu­mularon ordenadamente en algunas celdas sin que, supuestamente, nadie se percatara. La operación de delicada ingeniería de cavar un túnel con boca de salida en el exterior del perímetro carcelario no se puede hacer en pocos días sin que alguien pueda ver la boca de entrada que está en el baño de una de las celdas de la planta baja. Lleva su tiempo, mucho movimiento de perso­nas, herramientas y tierra que trasla­dar. Solo puede pasar desapercibido cuando no hay control.

Los informes señalan que se escaparon 50 reos que estaban en la planta alta y 25 (o 26) de la planta baja del pabellón B de la penitenciaría. Para acceder a la celda 13 de la planta baja donde está la boca del túnel, los 50 presos de la planta alta tuvieron que bajar a través de un portón controlado y cuya llave solo tienen los celadores. ¿Cómo hicie­ron para que nadie les viera y pudieran pasar por un sitio cerrado con llave?

Las investigaciones que se vayan haciendo irán mostrando los deta­lles de la huida. Pero una cosa ha que­dado clara desde el primer momento: no pudo darse esta fuga masiva sin la colaboración y apoyo de los guar­dias y funcionarios de la penitencia­ría. Y estos les dieron escape por haber recibido soborno de los delincuentes, lo que muestra el nivel de corrupción existente.

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