La acreditada publicación especializada Bloomberg, hace pocos días, titulaba uno de sus artículos: “Campeón sudamericano de crecimiento se recupera tras recesión”, en referencia a que Paraguay está preparado para “retomar su posición entre las economías sudamericanas de más rápido crecimiento en el 2020”. Sin duda la afirmación del medio internacional es la esperanza de todos en nuestro país, luego de haber enfrentado un 2019 funesto, por los pobrísimos logros económicos. Si bien esperamos que repunte nuestra economía este año, es necesario pensar para el mediano y largo plazos, lo que implica, entre otras cosas, poner énfasis en la necesidad de innovar nuestra matriz económica. La caída sufrida el año pasado obedeció principalmente a dos factores externos: el más importante fue el de las condiciones climáticas que golpearon fuerte al sector primario, el cual tiene una participación importante en la estructura de nuestro Producto Interno Bruto; y la segunda variable fue el comercio con Argentina y Brasil, por sus inestables escenarios políticos, lo que derivó en incertidumbre económica.

Entonces, para crecer todavía dependemos en gran medida del sector agroganadero y, por ende, de la situación climática, es decir, la base de nuestro desarrollo económico sigue sometido al caprichoso ambiente climático, que, por cierto, cada vez se muestra más inestable por causa del efecto invernadero. Se impone acrecentar la diversificación productiva del Paraguay a fin de que los bemoles ambientales no definan nuestra hoja de ruta económica.

El presidente del Banco Central del Paraguay, José Cantero, estima que el estímulo monetario y la inversión pública le permitirán al Paraguay expandirse al máximo en los próximos tres años. Los más optimistas dicen que creceremos hasta en un 4,1%, no solo por la recuperación de la producción agroganadera, sino también por los nuevos proyectos de infraestructura previstos por la administración central, como carreteras y autopistas, obras que demandarán una inversión de 6.800 millones de dólares estadounidenses.

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Amén del optimismo y los buenos deseos para la economía nacional, desde las autoridades económicas se espera la bajada de línea correspondiente para enfrentar el alto grado de incertidumbre en torno a las políticas comerciales mundiales, las cuales perturbaron los precios de varios sectores de la producción paraguaya, como es el caso de la carne, entre otros del sector primario que se vieron fuertemente afectados. No debemos perder de vista que, si bien las perspectivas económicas mundiales para el presente año anticipan una tenue tendencia a mejorar, estas aún son muy débiles, especialmente por el inusitado aumento de la deuda a nivel mundial y la dilatada desaceleración del crecimiento de la productividad.

Se requiere que desde el Gobierno se refuercen los estímulos para la inversión privada. Además, ahora que está vigente el Presupuesto General de la Nación 2020, se impone que los recursos públicos se asignen con responsabilidad, evitando el despilfarro y pensando en mejorar la producción, adoptando la innovación tecnológica, y promoviendo un entorno macroeconómico e institucional favorable al crecimiento.

Pero sobre todo se impone que se arbitren los mecanismos necesarios para que la bonanza económica prevista no solo llegue a los sectores productivos, sino que este bienestar se desparrame hacia los sectores más vulnerables y necesitados de nuestra población. Porque sin equidad económica y social el sistema democrático solo es un método político inútil.

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