En su constante catequesis sobre la importancia de la familia, el papa Francisco ha sido muy simple en el abordaje del tema. Ha recurrido muchas veces a la experiencia cotidiana, como miembro de un grupo familiar numeroso. Porque como buen pedagogo pone en primerísimo lugar la comprensión del mensaje por parte de los destinatarios, obviando así los términos y expresiones de la alta teología que son válidos e importantes, pero que no siempre los comprenden con facilidad la mujer y el hombre comunes.
El Papa sostiene que en el seno de la familia nadie es descartado. Todos valen lo mismo. Recuerda que una vez a su madre, que tenía cinco hijos, le preguntaron: “¿A cuál de sus cinco hijos quería más?”. Y Francisco responde que su mamá contestó: “Como los dedos, si me pinchan este, me duele lo mismo que si me pinchan este otro”. Una madre quiere a sus hijos como son y en una familia los hermanos se quieren como son. Nadie es descartado.
El Papa agrega que “en la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir gracias como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y allí también se aprende a pedir perdón cuando hacemos algún daño y nos peleamos, porque en toda familia hay peleas, el problema es después pedir perdón”. Y resalta que “estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea”.
Con ello el pontífice quiere ejemplificar que todos los miembros de una casa tienen una gran significación a la hora de dar y recibir cariño, de otorgar el cuidado y cobijo que cada uno necesita, así como el sustento material y afectivo.
Dice que la familia es el hospital más cercano. “Cuando uno está enfermo lo cuidan ahí mientras se puede. La familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos”.
Ha señalado que la familia “constituye la gran riqueza social, que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos”. Ha dicho que “en la familia hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar”.
Ciertos medios han recogido algunas de las alocuciones casi informales del Papa para dar consejo a mujeres y hombres sobre la importancia del grupo familiar. Son homilías y conversaciones con un tono de entrecasa que sin duda tienen un fuerte impacto en sus oyentes que en esas ocasiones son padres de familia acompañados de sus hijos. En todos ellos ha puesto de manifiesto el valor fundamental del grupo familiar como piedra angular de la sociedad. Y no de cualquier sociedad, sino de una más humana, comprensiva y que abarca las necesidades y esperanzas de los individuos.
Las palabras del pontífice sobre la familia y otros puntos que suele encarar habitualmente tienen una significación especial para los creyentes y hasta para los que tienen otra fe. Como en el caso de la importancia de la familia, pues se refieren a valores fundamentales de la sociedad humana de cualquier confesión, nacionalidad o raza.
Como el Paraguay es un país conformado por una mayoría que profesa la fe católica, una nación muy querida por él, las enseñanzas del santo padre tienen un valor muy relevante. Esto además porque la familia paraguaya, al igual que las de otros países, está acechada por una serie de amenazas que ponen en peligro su estabilidad y sobre todo su sana influencia en los más jóvenes que viven nuevas experiencias no siempre saludables.
El Estado paraguayo, así como las autoridades nacionales, no pueden cerrar los ojos a los requerimientos actuales de la familia paraguaya. Que, aparte de merecer la protección que establece la Constitución Nacional en todo sentido, también necesita más ayuda, para conseguir estabilidad económica, además de oportunidades de estudio y proyección de futuro para los más jóvenes. Todas estas son obligaciones ineludibles que tiene el Gobierno y sus instituciones con la gran familia paraguaya.