Uno de los temas recurrentes del papa Francisco es la familia, la importancia que tiene y la necesidad de que se la valore como constructora de una sociedad mejor. Porque es el ámbito en que la persona nace biológicamente y también el lugar en que cada ser humano comienza a sentir el amor, se va formando en humanidad y también en la fe. Ha dicho que la familia es la escuela que enseña que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, que está bajo el mismo techo y que comparte la vida y está necesitado.

De acuerdo con el pensamiento del Papa y de la Iglesia, uno de los grandes desafíos que se vive desde hace algunas décadas es el intento en algunas sociedades de cambiar las leyes que durante siglos han establecido la regla sobre el matrimonio y la familia. Resalta que ese orden forma parte del plan de Dios sobre la comunidad familiar como se presenta en la estructura de la creación y que constituye un patrimonio común para toda la humanidad gobernada por la ley natural.

En ese contexto es que la prédica del santo padre se hace constante para recordar a los 6.000 millones de personas que habitan el orbe que la familia es una célula fundamental que no se puede dejar de lado y menos menospreciarla como se pretende en algunas sociedades.

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El pontífice ha explicado que por esta razón la Iglesia ha enseñado siempre la importancia de la familia como la unidad fundamental de la estructura de la sociedad. Uno de los documentos eclesiales señala que “la autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad”. La posición de la autoridad de la Iglesia es clara en cuanto a ciertas leyes que proponen la unión entre personas del mismo sexo o los matrimonios polígamos, que rechaza porque están en contra del orden creado, que se ha confirmado por la revelación, según su doctrina. Y sentencia con dureza que “las leyes humanas y las decisiones judiciales que no respeten esta enseñanza fundamental inmutable son contrarias a la ley de Dios, y deben ser consideradas, con toda razón, injustas”.

Teniendo en cuenta la realidad cotidiana que se vive en las sociedades modernas, la preocupación de Francisco es entendible y debe ser apoyada con fuerza, porque la familia es uno de los pilares fundamentales sobre los que está construida la comunidad mundial. Independientemente de las ideologías, nacionalidades y culturas, la célula familiar es la piedra angular sobre la que se apoya todo el edificio social.

La Constitución Nacional es muy clara en ese punto cuando destaca en su Art. 49 que la familia es el fundamento de la sociedad. Y agrega el mandato de que “se promoverá y se garantizará su protección integral”. Para evitar cualquier tipo de confusión y de interpretación antojadiza, declara que la familia “incluye a la unión estable del hombre y de la mujer, a los hijos y a la comunidad que se constituya con cualquiera de los progenitores y descendientes”.

Este mandato constitucional es una obligación que las autoridades nacionales deben tener en cuenta para establecer políticas de ayuda a las familias más necesitadas y asegurar así que esa célula de nuestra sociedad no colapse por las necesidades. Es más, esta disposición de la Constitución obliga también a que el Estado y sus instituciones se aboquen a la protección jurídica, moral, material y afectiva de las familias del país.

Para ello deben estar presentes en todas las instancias de la vida, ya sea en la salud, en la educación, en ayuda social y en dar seguridad para su desarrollo. Y todo lo que se deje de hacer en ese extenso campo se les deberá reclamar para que cumplan sus obligaciones. La preocupación del papa Francisco por valorar a la familia, que le ha manifestado también al ex presidente Horacio Cartes en su visita del sábado 31 de agosto último en el Vaticano, adquiere el carácter de un pedido muy especial. Al fin de cuentas es el encargo de alguien que desde el pedestal de máxima autoridad religiosa ha demostrado su gran afecto a las familias paraguayas.

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