En pocos días, las zonas bajas de Asun­ción y localidades ribereñas quedaron bajo las aguas del río Paraguay que cre­cieron tan rápidamente, que a causa de ello se produjo una estampida de habitantes ribere­ños buscando lugares más altos para alojarse esca­pando de la riada. En esta ocasión, el fenómeno se produjo con tal rapidez sorprendiendo hasta a los entendidos en el tema, que no se pudieron prever con la debida antelación los refugios habituales.

Hasta la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN), que tiene sobrada experiencia en el tema, se vio sobrepasada por la inesperada irrupción de las aguas y la corrida de los afectados. Por ello han surgido quejas de particulares y agrupaciones de defensa de las zonas bajas, que señalaron como cul­pables de que centenares de personas no pudie­ran ser socorridas a las autoridades encargadas de ello. Las sindicaron de no actuar con rapidez y de dejarse estar cuando el peligro del problema ya era inminente.

Entidades del Bañado Sur se quejaron de la lenti­tud y de la inoperancia de la SEN por cuanto no ha actuado con rapidez. Dijeron que habían advertido la semana pasada a los funcionarios de la secre­taría sobre el rápido avance de las aguas y que la respuesta fue ineficiente. Indicaron que el sábado pasado solo habían enviado tres pequeños camio­nes para retirar a la gente y que el domingo solo llegó uno. Por la burocracia estatal, tuvieron que esperar el lunes y el martes para que se movilizaran los vehículos de la SEN. También señalaron que los muebles y pertenencias de los refugiados perma­necen mucho tiempo a merced de la lluvia, porque la entidad socorrista comienza a entregar chapas y otros elementos para construir refugio solo des­pués de haber transportado a todas las personas que necesitan salir de los lugares inundables.

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Se estima que solamente en Asunción hay en estos momentos cerca de 4.000 familias afectadas y que en todo el país el número superaría las 20.000 uni­dades familiares en problemas. La inestabilidad del tiempo con más probabilidades de lluvia y el cons­tante crecimiento del río hacen pensar que en una semana más el panorama será mucho peor porque se tendrán que socorrer a miles de familias más encontrándoles nuevas moradas y otros auxilios de ocasión.

La gravedad del tema hizo que a los apurones la Municipalidad de Asunción declarara nuevamente la emergencia para la zona capitalina para posibi­litar medidas rápidas con que socorrer a los afec­tados y para movilizar los recursos que tiene la comuna a favor de los ciudadanos. Explicaron que la emergencia que durará por tres meses podría servir para la utilización de los recursos logísticos de las distintas unidades de la municipalidad, ade­más de facilitar el uso rápido de mayor cantidad de dinero del presupuesto comunal. Indicaron que la Dirección General de Gestión de Riesgos y Desas­tres de la Municipalidad de Asunción tiene un pre­supuesto de 12.000 millones de guaraníes para los casos de emergencia.

Para coordinar la ayuda a los damnificados se han reunido los responsables de la SEN, Essap, Ande, Fuerzas Armadas, además del secretario general de la Presidencia de la República y el intendente de Asunción. Todos acordaron colaborar rápidamente en los distintos puntos y etapas que tiene el trabajo de atención a personas afectadas por la inundación.

La situación que se vive actualmente por la emer­gencia a causa de las abruptas inundaciones nos vuelve a plantear el mismo tema de fondo: que de una vez por todas el Estado debe buscar una solu­ción para hacer frente a las inundaciones, con medidas no coyunturales, sino con remedios per­manentes, como la reubicación de los habitantes de zonas bajas en nuevos asentamientos donde no corran riesgos y que se emprenda la defensa costera de las zonas bajas del río.

El barrio San Francisco que se construyó durante la administración Cartes donde fueron instaladas un millar de familias que antes eran afectadas por las inundaciones es el ejemplo de lo que hay que hacer. En esta y otras emergencias, esas miles de personas ya no sufren el calvario que todavía viven con cada inundación las fami­lias ribereñas, que aguardan otros barrios San Francisco en el país.

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