La economía del país viene dando seña­les inequívocas de que su crecimiento está disminuyendo por el comporta­miento que tuvieron los diversos sec­tores en el segundo semestre del año pasado. Por ello, tanto el Banco Central del Paraguay (BCP) como investigadores privados recortaron la pre­visión del crecimiento final proyectado para el 2018 y señalaron que el enfriamiento continua­ría este año.

En el último trimestre del año pasado, distin­tos gremios empresariales llamaron la atención sobre algunos indicios desalentadores, como la caída del consumo, la disminución de la acti­vidad comercial, el fuerte impacto del ingreso de mercaderías de contrabando. Y pidieron al Gobierno urgentes medidas para revertir la situación antes de que empeorara el panorama. Las fiestas de fin de año y el impacto del agui­naldo en las compras hicieron un paréntesis en las quejas y ahora se vuelve a despertar a la rea­lidad cotidiana, con las notas indesmentibles del día a día.

Estudios realizados últimamente con base en datos de la siembra y cosecha de la soja, nues­tro principal producto de exportación, refieren que la oleaginosa caerá fuertemente en su pro­ducción y que ello tendrá consecuencias nega­tivas por sus efectos multiplicadores. Las cifras hablan de que el impacto negativo en el producto interno bruto (PIB) podría llegar incluso al 0,8% por la menor cosecha del grano.

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Hablan de que la soja tempranera cosechada tuvo una disminución en su rendimiento de entre el 10% y el 12%, y que ello implica una pér­dida estimada en alrededor de 1 millón de tone­ladas. Se aguarda que, con esta disminución, la producción total del país no llegaría en esta cose­cha a los 10 millones de toneladas que se habían previsto inicialmente. No hay datos de que la recolección futura mejore mucho.

Uno de los técnicos que analizaron el tema advierte que una mala cosecha de soja no afec­taría solo al agro, sino que también extendería su influjo a otros renglones económicos, como el sector industrial, el comercio, las finanzas y hasta el transporte.

De todos los pronósticos que se habían hecho hasta ahora, el estudio conocido últimamente es el único que tiene datos ciertos basados en la realidad que se está viviendo actualmente en el campo, por lo que debe ser un toque espe­cial de atención para todos, en especial para el Gobierno. Ya se pronosticaba lo que vendría y por eso se han hecho recomendaciones y pedidos para tomar medidas que ayuden a paliar el bajón y reactivar la economía. Pero los datos de la reali­dad que se conocen ahora tienen el peso indiscu­tible de lo cierto e inmediato, que hace urgente la necesidad de tomarlos en cuenta.

El 15 de enero se cumplen exactamente cinco meses de la asunción del nuevo gobierno, casi medio año. El país está aguardando con ansias gestos y señales elocuentes que no hagan dudar a nadie que el Ejecutivo tiene la batuta para diri­gir el país y que está actuando con solvencia para salir de la situación de incertidumbre en que está la economía. Pero aparte de algunos discursos y actos protocolares, no se están viendo señales claras del trabajo que está realizando para levan­tar la economía y asegurar que los logros que se han alcanzado no se van a perder.

La indolencia estatal para revertir el enfria­miento económico no es saludable. Porque la sociedad paraguaya necesita ver y sentir que sus autoridades se están moviendo al ritmo que requieren las urgencias del caso para tener espe­ranzas. Y también requiere señales de la reali­dad como el aumento de las fuentes de trabajo, la movilización de las empresas de la construcción, la reactivación del comercio, más industrias abriendo sus puertas, mayor consumo.

Necesita saber que el Gobierno está activando las inversiones públicas, que se están construyendo más obras en todo el país, que está creando más empleos genuinos mediante la actividad eco­nómica para tener la certeza de que la situación económica no va a empeorar y de que seguiremos creciendo en busca del bienestar.

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