Las previsiones del fin de semana señalan que no variarán ostensible­mente las condiciones del tiempo, las temperaturas altas seguirán presen­tes. Lo cual, si el presidente, Mario Abdo, fuera presentador meteorológico, adjudicaría total y absolutamente al ex presidente Horacio Cartes.

Algo anda mal en el proyecto comunicacional del Presidente porque, por ejemplo, ayer no le informaron que diversos medios criticaron la frondosa comitiva que incluía a una ex modelo, que se generaron controversias en relación al financiamiento del viaje de sus acompañan­tes y que otros medios –y no solo “los de Car­tes”– editorializaron incluso con su decisión de enchufar a Julio Velázquez en la cúspide del IPS pagando favores políticos. Su viejo truco de culpar a Cartes de todos sus errores tiene ya a esta altura la credibilidad del pastorcillo mentiroso de la fábula infantil.

Si bien puede ser estratégico para estos medios estar permanentemente en la agenda del Pre­sidente, ello ya está entrando en el peligroso campo del hostigamiento mediático, típico de Maduro o Cristina K. De aquí a poco, Mario Abdo Benítez, con ese discurso látigo contra la crítica de estos medios, tiende a colocar a nuestros periodistas a expensas de las pato­tas adherentes, como sucedió en Venezuela o Argentina.

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Horacio Cartes, el ex presidente, cometió muchos aciertos y errores. En su oportunidad, como sucede con casi todos los presidentes, tuvo pocos aplausos por sus aciertos y mucha crítica por sus errores.

Es muy temprano, tres meses, para que Abdo Benítez no asuma que ya no es el chiquilín que se montaba en regazos del entorno del dicta­dor, donde todo era vítores y aplausos. Ahora es presidente y todos deseamos para él lo mejor, aguardamos que sus planes sean fructíferos y sus resultados también. Pero discriminar a los medios que lo critican es altamente ries­goso para la libertad de expresión, aunque su entorno –principalmente el núcleo menos pen­sante que lo rodea– no le ofrezca información suficiente.

El otro aspecto riesgoso es la visceralidad del discurso presidencial y su apuesta desen­cajada por defender a sus amigos por sobre los temas prioritarios. Ayer, la prioridad era el recuento de la visita a uno de los hombres más importantes de este siglo, el papa Fran­cisco, y las agendas de inversión captadas en Europa; pero, por propia iniciativa, Mario Abdo se lanzó a una nerviosa defensa de la modelo Marly Figueredo, la dama que oficiaba de maquilladora, y del cuestionado nuevo con­sejero del IPS, sin que hubiera ninguna necesi­dad de contaminar la agenda de su retorno con tales asuntos.

Los consejeros comunicacionales del Presidente le instan a culpar a Cartes de la crítica de estos medios, con el respaldo que luego lograran en los medios controlados por la Presidencia desde la Sicom. Sin quererlo, los asesores están poten­ciando la imagen de HC, quien no ha pronun­ciado una palabra en este tiempo. Esa tendencia ha sido muy frecuente también en el discurso del ministro del Interior, lo cual, para esta altura, constituye una afrenta al sentido común y supone tener como presupuesto básico la idiotez del pueblo. Lo cual no es así, ni mucho menos.

Los ciudadanos ya están enterados de que los errores del Presidente serán atribuidos a Car­tes, así fuera porque se produjo una lamentable decisión de designar a una persona averiada políticamente en la función de consejero del IPS o porque aumenta el nivel de refugiados, que montados en caravanas acuden hacia la frontera de los Estados Unidos. Y del calor del próximo fin de semana, ni hablar; es culpa de Horacio Cartes.

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