El senador Rodolfo Max Friedmann Alfaro, cuya presencia en la Cámara de Senadores se debe a una convoca­toria irregular, surge ahora como el impoluto acusador. Para ganar el favor de sus amigos ha desempolvado algunos trapos viejos y pretende erigirse ahora en denunciante de hechos que no existen y cuya falsedad mani­fiesta habla de su lamentable papel de bufón.

Como era de esperar de un personaje inven­tado por el Ejecutivo para atacar a sus cues­tionadores,el senador hace el triste rol con imputaciones carentes de verdad ydocumen­taciones mentirosas con inventos preparados para laocasión. Total, lo que importa es acusar para que los medios se hagan eco de las inculpaciones y así golpear a sus adversarios con un garrote de papel que es tan contundente como lainconsistencia de sus datos, sin más fuerza que el vacuo palabreríode un mandadero de cuarta.

Para conocer la seriedad de lasupuesta denun­cia conviene revisar los datos, ver quién es elacusador, los argumentos que esgrime y qué autoridad moral hay detrás del improvisado justiciero.

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Este diario ya ha publicado que elsenador de Colorado Añetete ha fraguado documen­tos de cablesinexistentes de WikiLeaks para pedir una investigación contra el expresi­dente Horacio Cartes. Revisada la documen­tación, senota que la información en que basa su denuncia no está en los cables originales de WikiLeaks, que fue solo un invento para dar fuerza a sus raquíticos argumentos.

Para entender mejor la escualidez de la incul­pación hay que desenmascarar la falsedad de lo queafirma. Pues el trucho legislador, al decir que tales datos provienen de nuevos informes de julio del 2017, está mintiendo, yaque tal investigación es del 2010 y ya fue publicada en los mediosde nuestro país en el 2013.

A todas luces lo que hizo Friedmann fue imprimir los cables y las publicaciones del 2013, armar unahistoria con nuevos párra­fos añadidos con la idea de vender pescado podrido a los medios y a los consumidores de noticias,afirmando que se trata de informa­ción reciente, cuando que a la primera compa­ración se nota que son noticias viejas de una investigación que ya se había cerrado hace 8 años.

Lo afirmado orondamente por el grotesco acu­sador en la sesión del Senado, ante una senci­lla comparación, se desploma como un castillo de arena. Lo desautoriza totalmente, pues si alguien tiene que recurrir a una mentira para incriminar a otra persona es porque entre manos no tiene más carta que la falsedad. Y da pie para pensar que forma parte de una orquestación del oficialismo para hacerle la guerra a sus cuestionadores.

Conociendo los antecedentes delimprovisado fiscal no hay mucha sorpresa sobre la falsedad de loscargos que hace. Pues como goberna­dor del departamento delGuairá su gestión fue muy cuestionada porque sus licitaciones enel 90% de los casos siempre caían en manos de su grupo de amigos y cada tanto había nue­vas reprogramaciones. Por estos y otros actos de inconducta administrativa y política fue ampliamentecriticado. Para colmo, hasta su propio padre le había hecho acusaciones por su conducta personal.

Por consiguiente, este novel acusador está des­provisto de la autoridad moral que requiere una persona para que sus dichos y actuaciones puedan tener aunque seauna mediana credi­bilidad entre la gente.

Las denuncias de Friedmann no tienen asi­dero en la realidad, sino que están fundadas en la mentira, con el propósito de embarrar a los cuestionadores de la administración esta­tal. Un lamentable papel de hazmerreír que ni siquiera causa gracia.

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