Casi al filo de la sorprendente final del Mundial, con un protagonista inespe­rado de finalista, llegó el triste final de la participación paraguaya en el Mun­dial en el que, lamentablemente, no estuvimos futbolísticamente, pero sí con un papelón histó­rico, el de dos “periodistas” que hacían la cober­tura para un canal de TV, Pitu Wilis y César Trinidad, quienes decidieron hacer una guaran­gada, en la que se especializan varios canales y bastantes programas de televisión, cada vez más, lamentablemente, para llamar la atención;

¡Y la llamaron con un gran escándalo! Lo que aquí en ciertos canales y programas hubiera sido “un éxito”, allí fue lo que fue: un escándalo ver­gonzoso y vergonzante, para los que tengan ver­güenza.

El chiste que hicieron no fue tal, sino una gua­rangada con los significados que recoge el DRAE, como exclusivos de la América Meridio­nal: acto incivil, grosero, desmañado sin gracia; y habría que añadirle: machista, insultante, deni­grante y, para colmo, argel.

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Para estar a tono con el lenguaje mundialista, protagonizaron un acto de dirty play, de juego más que sucio, en una competición deportiva en la que se lucha por imponer el fair play.

Antes que el desenlace esperado por los prota­gonistas, los aplausos y las carcajadas groseras habituales de estos shows, surgió ferozmente la crítica contra las discriminaciones, los insultos, las agresiones… la suciedad del “chiste” de los reporteros enviados a cubrir uno de los aconte­cimientos deportivos más importantes y multi­tudinarios tuvo repercusión tamaño catástrofe, reacción mundial de rechazo y condena, afec­tando a la imagen del país en todo el mundo.

Afortunadamente, como contracara, los profe­sionales nacionales de la información se hicieron sentir con una postura firme y valiente: el pro­blema no es nacional, sino específico del canal: en el Paraguay hay periodistas en todas las áreas con la capacidad suficiente como para trasmitir y comunicar con solvencia un evento de la magni­tud y la importancia de un mundial. Lo que pasó es que se eligió a esos “representantes” porque ese es el estilo que quiere trasmitir, el canal y el complejo de canales del Grupo Vierci, que acaba de “rajar” a los dos guasos que el mismo canal seleccionó, conociendo cuál es su estilo; es decir, para hacer lo que hicieron.

Los periodistas nacionales pusieron las cosas en su lugar y criticaron con profesionalidad y autoridad la elección hecha por el canal para la cobertura de un acto tan importante, con “cro­nistas” tan ramplantes.

El disparatado criterio no es casual, sino causal; la causa es que los cronistas fueron selecciona­dos y enviados para hacer lo que saben hacer, lo que hicieron, solo que, enviadores y enviados no calcularon que no estaban ante una audiencia “cautiva” de guarangadas: enseñada y acostum­brada a consumir esa televisión grosera, gro­tesca, degradante.

Los “cronistas” desubicados, que se mantuvie­ron en principio en silencio, al final dieron la cara y mostraron cierta vergüenza al reconocer públicamente el error y anunciar su retiro de la televisión.

Otras versiones periodísticas dicen que fueron rajados.

Lo sorprendente es que hasta el inicio del Mun­dial, el gerente del canal de marras, Alejan­dro Peralta Vierci, el principal responsable de la selección del personal de la cobertura, se mantuvo en absoluto silencio. Y lo preocu­pante es que justamente en esos días fue nom­brado director de la Secretaría de Informa­ción y Comunicación (Sicom), que además va a ser convertida, de acuerdo al proyecto del gobierno electo, acaparando todas las institu­ciones públicas que tienen que ver con la comu­nicación: Copaco, Sicom, Senatics…; es decir, el aparato oficial de la comunicación, que pasa­ría, según el anuncio oficial de uno de los voce­ros del próximo gobierno, a ser una especie de superministerio de comunicación, poniendo la comunicación en manos del director responsa­ble del escándalo que ha sacudido al Mundial y al mundo, llevando lamentablemente el nombre de Paraguay.

Y… tratándose de una chanchada, no queda sino concluir, con la vieja sabiduría popular, que la culpa no la tiene el chancho, el que hace las chan­chadas, sino el que le da de comer. En este caso, la responsabilidad no es de los cronistas, sino de quien les puso en una función que no les corres­pondía, para la que no estaban preparados.

A fin de cuentas, hasta los “cronistas” protago­nistas del escándalo tuvieron cierta vergüenza y hasta anunciaron en algunos medios que se retirarían de la televisión. El responsable princi­pal de la elección del personal para la cobertura periodística mundialista hasta el momento se mantiene en silencio, preparándose para mane­jar la comunicación nacional.

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