Vivimos sin duda en un país que está un tanto a contramano con la uni­versalidad, no ya solo con el aldeano internismo, sino atrapado cada cual en la propia carpa, formando grupúsculos, incapaces de superar los intereses "carperos", sectoriales, coyunturales, parafraseando a Eligio Ayala; atrapados en mezquinos intere­ses que no permiten ver a muchos sectores de la sociedad el interés nacional, la marcha del mundo, sino la pequeña carpa del grupúsculo, del grupete.

Sólo así se puede explicar que no se haya valo­rado y priorizado el reconocimiento del factor mujer juntamente con la trayectoria "pese a ser mujer", en el nombramiento de la ex minis­tra y presidenta de la Corte Suprema de Justi­cia, Alicia Pucheta, que no tiene que ver sola­mente con el cargo que asume o pueda asumir, sino con los méritos anteriores que la han lle­vado a ser una figura nacional, por su carrera en el Poder Judicial, por razones de méritos y capacidad, más allá de las vanalidades políti­cas coyunturales, más bien, politiqueras, que no nos permiten valorar trayectorias y méri­tos, priorizándose las rencillas carperas y los internismos otra vez dentro de cada carpa, creándose así un rasero de mediocridad que en vez de ver la trayectoria de los protagonis­tas, obliga por razones de oblicua obediencia debida a la claque, a denigrar a los "contra­rios", perdiéndose el criterio de sociedad, de nación, en los intríngulis de los intereses sec­toriales.

Se pierde así el sentido de sociedad, por la pri­macía de la parcialidad, con el significado pri­mero que registra el Diccionario de la Lengua Española, de "unión de algunas personas que se confederan para un fin, separándose del común y formando cuerpo aparte".

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Y se pierde al mismo tiempo el sentido de uni­versalidad que nos debe dar competitividad y respetabilidad internamente y en el concierto de las naciones.

Y esto está ocurriendo, increíblemente, en un mundo que está agitado por el grito multitu­dinario de rebelión de las mujeres y la reivin­dicación de sus derechos, comenzando por la igualdad, relegada por siglos de machismo. En vez de valorarse el factor del reconocimiento, considerando, contra las teorías conspirati­cias, que para el mismo fin no era necesario que se eligiera a una mujer, que se podía haber elegido a un hombre; y que, por el contrario, se valorizó el hecho de ser mujer aparte del valor de la trayectoria. Una trayectoria, por cierto, que resulta difícil poner en duda.

Nuestro caso es más grave, si pensamos que estamos en una coyuntura mundial de rei­vindicación de las mujeres que ha pasado del "Me too" de los abusos sexuales a una pro­testa mundial que reclama igualdad en gene­ral comenzando por la dignidad de mujeres y hombres como pares, como iguales, desde el trato y el reconocimiento profesional hasta la equiparación de los salarios. Hay que añadir a esa reivindicación postergada, la de los car­gos públicos de relevancia en todos los niveles. La propuesta del nombramiento de Pucheta ha hecho hincapié también en el hecho de ser mujer, lo que sin duda le otorga un valor agre­gado excepcional; nuestra sociología carpera considera lamentablemente ese hecho como un factor en contra: "¡Es más fácil de atacar!".

Justamente, uno de esos puntos de relega­miento más evidente en nuestro caso es el escamoteo de los méritos a las mujeres a la hora de los cargos y las responsabilidades públicas.

Si estuviéramos acordes con los aires de modernidad que sacuden al mundo, más allá de la polémica política reducida a los valo­res carperos, deberíamos estar reclamando más cargos de relevancia para las mujeres. Si miramos un poco a nuestro alrededor, vamos a ver que los países vecinos, sin ir más lejos, tienen cada vez más mujeres ocupando cargos de mayor relevancia. Estamos bastante atra­sados y si seguimos con la política carpera, vamos a seguir con el Paraguay eterno del machismo.

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