EL PODER DE LA CONCIENCIA

En Canadá están escandalizados y ya no saben qué hacer con los problemas de salud mental juvenil, que califican como una “bomba de tiempo” con aditamentos de violencia, adicción y suicidio.

La AFP relata que “en las calles y el metro de Toronto, la ciudad más grande de Canadá, se puede ver a muchos jóvenes deambulando con la mirada perdida o gritando frases incomprensibles”, además menciona sobre ataques no provocados a extraños y sobredosis de opiáceos, “resultado de décadas de servicios deficientes de salud mental para sus jóvenes”.

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Están desesperados puesto que los ejemplos llegan desde el sur, como un déjà vu visto anteriormente en las grandes ciudades de Estados Unidos.

En Paraguay también estamos escandalizados porque un joven de 16 años con evidentes problemas mentales asesinó en plena aula a su profesora. “Nunca había ocurrido acá, siempre veíamos eso en otros países”, opinaba un consternado colega de la fallecida.

¿Por qué se sorprenden? Cada día en las calles ocurren asesinatos de jóvenes motochorros que matan por un celular, drogados para evadir la realidad. Asaltan porque nadie les muestra algo mejor. Las instituciones más se ocupan en robar que en prestar servicios y al igual que en Toronto, acá miles de jóvenes sitian los semáforos para intimidar una moneda a los conductores, mientras menores se prostituyen en ciertos sectores de Asunción.

¿Por qué se sorprenden? Si el Ministerio de Educación es un elefante ineficiente y burocrático que ni siquiera puede reparar aulas, menos enseñar en forma. Otros zombies son los enfermos que acuden a la salud pública en busca de algún milagro o los “asegurados” del IPS que ven cómo el Consejo de Administración aprueba a tambor batiente una licitación por USD 67 millones para el servicio de lavado y planchado nada menos que para los próximos diez años. Mientras, faltan medicamentos y los pacientes se apilonan en los pasillos. Y eso que todavía no comienza la parte cruda del invierno.

Ni hablar de la Cancillería, donde se gestiona la adjudicación por G. 3.000 millones para “hotelería, servicio de gastronomía y bocaditos finos, decoraciones”. Ni siquiera tratan de ocultar la desvergüenza. Tienen dinero de sobra que les provee el Ministerio de Hacienda a costa de impuestos a gente formal y trabajadora o de préstamos que ya ni recordamos hasta qué siglo debemos pagar sin haber probado ni uno solo de esos “bocaditos finos”.

Tras el asesinato de la directora en plena aula y otros incidentes previos, ahora el MEC apura la contratación de 100 psicólogos para insertarlos en distintas instituciones educativas, pero ni con mil, ni diez mil psicólogos podrán resolver el problema si los propios adultos son los que viven ciegos a causa de la ambición y además hacen ostentación sin pudor frente a los que no tienen qué comer.

Hace años que el envidiómetro de la gente se encuentra en rojo, a punto de morado. Las señales se pasean por las calles, como los jóvenes en Toronto, pero acá el vidrio polarizado de los vehículos de los responsables impide que puedan darse cuenta de que, como en Canadá, también existe una “bomba de tiempo” social. Y no son solo jóvenes, sino padres desesperados, empresarios disconformes, empleados hambreados. Todos están hartos.

Etiquetas: #envidiómetro

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