DESDE LA CABEZA

  • Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

Tu cuerpo está preparado para reaccionar ante el estrés de manera tal que te proteja contra las amenazas de los depredadores y otros agresores. Aunque tales amenazas son raras hoy en día, eso no significa que la vida no cause estrés. Por el contrario, sin duda, tú te enfrentas a múltiples exigencias cada día, como asumir una enorme carga de trabajo, pagar las facturas y cuidar de tu familia.

Tu cuerpo trata estas molestias menores como amenazas. Como resultado, es posible que te sientas como si estuvieras constantemente bajo ataque. Esto es obra del cortisol, una hormona segregada por la corteza suprarrenal, una glandulita pequeña situada cabalgando encima de cada riñón, y que nos ha salvado la vida cuando de correr de las fieras se trataba en la antigüedad, pero que hoy nos asesina si dejamos que domine nuestro cuerpo.

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Esto funciona así: cuando te encuentras con una amenaza percibida, como un perro grande que te ladra durante la caminata matutina, tu hipotálamo, una pequeña región en la base de tu cerebro, activa un sistema de alarma en tu cuerpo. A través de una combinación de señales nerviosas y hormonales, este sistema incita a esas glándulas suprarrenales de las que te hablé, a liberar una oleada de hormonas, entre ellas, la adrenalina y el cortisol. La adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca, eleva la presión arterial y aumenta los suministros de energía. El cortisol, la principal hormona del estrés, aumenta los azúcares (glucosa) en el torrente sanguíneo, mejora el uso de glucosa en el cerebro y aumenta la disponibilidad de sustancias que reparan los tejidos. En ese menester de cosas, el cortisol también reduce las funciones que serían no esenciales o perjudiciales en una situación de lucha o huida: altera las respuestas del sistema inmunitario y suprime el sistema digestivo, el sistema reproductor y los procesos de crecimiento. Este complejo sistema de alarma natural también se comunica con las regiones del cerebro que controlan el estado de ánimo, la motivación y el miedo. Es por eso que cuando la respuesta natural al estrés se descontrola, este sistema es auto limitante, es decir, restringe todas las funciones del cuerpo. Una vez que una amenaza percibida ha pasado, los niveles hormonales regresan a la normalidad. A medida que bajan los niveles de adrenalina y cortisol, la frecuencia cardíaca y la presión arterial vuelven a los niveles iniciales, y otros sistemas reanudan sus actividades regulares.

Pero eso pasaba en la antigüedad, cuando las fieras que acechaban se iban. Hoy en día, cuando los factores estresantes están siempre presentes y te sientes constantemente atacado, esa reacción de pelear o huir permanece encendida. La activación a largo plazo del sistema de respuesta al estrés y la sobreexposición al cortisol y otras hormonas del estrés que actúan en consecuencia pueden interrumpir casi todos los procesos de tu cuerpo. Esto incrementa el riesgo de padecer muchos problemas de salud, tales como: ansiedad, depresión, problemas digestivos, dolores de cabeza, cardiopatía, problemas de sueño, aumento de peso, deterioro de la memoria y la concentración Por eso es tan importante aprender formas saludables de lidiar con los factores estresantes de la vida, para controlar el cortisol.

Controlar el cortisol mediante el control de las propias reacciones a los acontecimientos diarios, por más difíciles que fueran, es la llave para una vida saludable y longeva. Igualmente, hay factores que intervienen en la forma en que reaccionamos a las situaciones estresantes: la genética (hay formas de reaccionar potencialmente activas en los genes) o la experiencia de vida (mayor “explosividad” ante el estrés en personas que sufrieron maltratos o experiencias traumatizantes). Es por eso que todos reaccionamos de mayor o menor manera a la experiencia estresante de la vida,

Controlar el estrés es controlar el cortisol. Controlar el cortisol es mayor y más larga vida. Se puede. Es ejercicio diario de tolerancia, autocontrol y sobre todo, resiliencia, para no quedarnos DE LA CABEZA por el estrés. Nos leemos el sábado que viene... sin estrés.

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