Arrancamos mal. Cuando nos sumergimos en esta vorágine mundial del covid-19 nada funcionó desde el comienzo. Siempre digo que un “mal gobierno” comienza con la elección de un mal líder. Con el tiempo esa premisa se fue afianzando.

Nada más comenzamos a sentir las necesidades de una situación catastrófica comenzaron los negociados. No hubo contemplación. Desde tapabocas e insumos falsificados al agua tónica bendita, las cosas se fueron saliendo de control.

Cuando pensábamos que el mecanismo Covax –una iniciativa global encabezada por la Alianza Mundial GAVI para las Vacunas y la Inmunización, la Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante las Epidemias (CEPI), la Organización Mundial de la Salud y la Unicef, cuya misión es asegurar la entrega equitativa de vacunas– sería nuestra salvación, la realidad nos volvió a bañar de miserabilidad.

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Tal fue el escándalo que el representante de la Organización Mundial de la Salud y de la Organización Panamericana de la Salud en Paraguay (OMS/OPS), Luis Roberto Escoto, citado tantas veces para tratar de explicar por qué no llegaban las dosis, finalmente no aguantó y decidió irse del país.

Claro, la organización dijo que se trató de una reestructuración o algo así, pero el descontento ya era brutal. Sin embargo, entre donaciones y compras, finalmente las esperadas vacunas comenzaron a llegar (aunque no con mucha alegría puesto que con mentiras y promesas ya se había vacunado a una mayoría).

PERO LLEGARON

24 mil Sputnik, 20 mil Coronavac, 3 mil de Sinopharm, 170 mil de AstraZeneca y 200 mil de Covaxin (en total, redondeando, fueron poco más de 417 mil. 417 mil vacunas para una población de poco más de 8 millones de habitantes. Claro, en total serían unas 208 mil y piquito, ya que se necesitan dos dosis.

Entonces la estrategia fue comenzar por los adultos mayores de 85 años. Si al comienzo todo comenzó mal, las cosas fueron empeorando por el camino. Así fue que algunos avivados recomendados por algún político de peso, se metieron en la cola para ser vacunados de arriba pisando a los pobres mayores que esperaban abajo. Y de nuevo, fue el mal comienzo de otro nuevo comienzo.

Se estima que hay 720 mil adultos mayores de 60 años y más. No son muchos, pero son un problema para un Gobierno que no sabe qué hacer cuando lo tiene que hacer. Entonces, como estaba previsto, la vacunación avanzó con la llegada de las vacunas y de nuevo los problemas de organización revelaron que (de nuevo), “un mal gobierno” comienza con la elección de un mal líder. Una mala comunicación (interpretación según el Ministerio de Salud) hizo que miles de adultos esperasen por horas para ser vacunados en los principales centros habilitados.

DESASTRE KO MARITO

Y me volví a hacer la misma pregunta que me hice cuando comenzaron a llegar los primeros “pequeños” lotes de vacunas: ¿Qué pasaría si, a estas alturas ya sería por milagro, llegaran un millón de dosis? No me quiero imaginar, pero supongo que habría muchos nuevos ricos, no pocos avivados y recomendados, caos, peleas y largas colas, muchos nervios y conatos de violencia. Tendríamos vacunas, pero no tenemos remedio. Pero, sí, esa es otra historia.

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