Hoy queremos con la Iglesia meditar sobre la Sagrada Familia de Nazaret. Estamos invitados a mirar atentamente a José, María y Jesús y buscar en ellos la fuerza para santificar también nuestras familias.

La familia es, sin dudas, el núcleo fundamental de toda la sociedad. Nos enseña la sociología que nosotros no nacemos humanos, sino que nos humanizamos, conforme entramos dentro de una cultura. Y es la familia la que tiene la noble misión de humanizarnos. Cuando nacemos ni siquiera nombre tenemos. Somos completamente indefensos, no tenemos hábitos alimenticios, no hablamos, no conocemos gestos, no imaginamos qué cosa son los valores, no somos capaces de distinguir lo saludable de lo peligroso, esto es, necesitamos de una ‘escuela’ que nos haga capaces de vivir en el mundo. Y esta ‘escuela’ es naturalmente la familia.

Es la familia la que nos debe proteger y darnos condiciones de crecer. Es la familia la que nos regala un lenguaje, y ¡que fiesta! cuando se dicen las primeras palabras. Es la familia la que, despacito, con mucha atención y tenacidad, debe capacitarnos a elegir entre el bien y el mal, hablándonos y corrigiéndonos.

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Es la familia la que nos debe enseñar a amar a Dios y a estar atento a su voluntad. Es la familia la que nos debe hacer amar los valores y refutar los errores, pues es en casa que aprendemos a ser honestos, trabajadores, serviciales, auténticos y sinceros.

Por todo lo que significa la familia, la grandeza de su misión, el mundo está buscado destruirla a cualquier precio. Al mundo no le interesan personas bien formadas, capaces de decisión, que sepan la diferencia entre algo realmente bueno y una propaganda engañosa. El mundo, por sus intereses, desea personas frágiles, fáciles de ser manipuladas, confusas en sus opciones y que no sepan bien la diferencia entre lo cierto y lo equivocado... y la mejor forma de llegar a este perfil es destruyendo la familia. Por eso, con muchas telenovelas, con películas y con músicas, los medios de comunicación desde años atrás, están bombardeando los hogares con nuevas teorías, tales como:

- El divorcio se transformó en la mejor alternativa cuando se encuentra alguna pequeña diferencia,

- Los padres no deben tener autoridad sobre los hijos,

- La escuela es quien debe ‘educar’,

- La religión es algo que los hijos deben decidir cuando sean grandes,

- rezar en familia es ridículo,

- La fidelidad es una cosa romántica, pero ya fuera de moda,

- No existen más tradiciones familiares, lo importante es que cada uno se divierta y se sienta bien,

- La regla para todo es la comodidad, se hace lo que es más cómodo, no lo que es más justo…

Y así, nace una generación que ‘está como al diablo le gusta’, presa fácil de los inescrupulosos que mantienen el narcotráfico, la industria pornográfica, las marcas de la moda, los esquemas de corrupción, los promotores de un mundo desechable, en que hasta las personas tienen esta característica.

En la fuerza de la Navidad, nuestras familias cristianas están invitadas a resistir a este modelo deshumano que está degenerando la sociedad. Somos invitados a mirar atentamente a Jesús, María y José –la Sagrada Familia de Nazaret– y nadar contra la corriente, fundando hogares auténticos, verdaderamente formadores de hombres y mujeres capaces de ser humanos.

Esto es posible, aunque difícil. Cada día más la fe nos exige una postura firme, de no dejarse llevar por las olas del mundo. Si tú eres un padre, inspírate en San José. Si tú eres una madre, inspírate en María. Entra en su escuela, ayuda a tus hijos a crecer en sabiduría, en estatura y en gracia. Un hijo crece no solamente con comida y cosas materiales. Crece principalmente con el buen ejemplo, con ternura, con experiencia de fe, con la autoridad que enseña los límites... el corazón humano, al igual que la tierra, no se queda vacío: o nosotros sembramos cosas buenas y las cuidamos para que puedan crecer, o de por sí, nacen las malezas y crecen con mucho vigor.

Que la Sagrada Familia de Nazaret nos ayude a crear sagradas familias en nuestros hogares.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

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