• Por Paula Carro
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Evo Morales dejó de ser presidente de Bolivia esta semana, luego de que las Fuerzas Armadas de su país le “recomendaran” renunciar. En ese contexto, la discusión sobre si se trató o no de un golpe de Estado debe necesariamente abordar cuándo exactamente se produjo el quiebre constitucional.

Veamos. El pasado 20 de octubre los ojos de la comunidad internacional se posaron en Bolivia ante las evidencias de fraude electoral, en unos comicios que parecían controlados por la maquinaria gubernamental para asegurar la continuidad de Evo Morales. Tras días de movilizaciones, el gobierno de Evo convocó a la Organización de Estados Americanos (OEA), que concluyó que sí hubo irregularidades.

El desorden y el descontento se acrecentaron hasta que finalmente, al inicio de esta semana, Morales renunciaba tras “haber perdido el apoyo de las FFAA”, que no es otra cosa que el Estado de derecho subordinado a la milicia y no al revés, como nos costó a todos en la región varias décadas entender y construir.

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En la opinión de diversos analistas, lo ocurrido en Bolivia no puede considerarse un golpe de Estado por haber mediado una “renuncia” de parte del ex mandatario. En la opinión de los políticos representantes de la izquierda, la intervención de las Fuerzas Armadas no deja lugar a dudas de que sí lo fue. En lo que todos podríamos estar de acuerdo es que la crisis comenzó a gestarse el mismo día en que Evo Morales buscó su cuarta reelección, contradiciendo el mandato de la Constitución boliviana, desoyendo los resultados del referendo del 2016.

Ahora bien, este híbrido constitucional, este golpe disfrazado con una renuncia de alguien que pretendía mantenerse a la fuerza en el poder, o esta renuncia con tufo a gorilada y golpe militar es otro de esos cachivaches en los que terminan las pretensiones personales que desoyen el clamor popular y bastardean las leyes. En el 2019, Evo Morales –quien tenía todos los insumos para presumir haber sido el presidente que logró en Bolivia un repunte económico– puede ahora dar testimonio del costo que tiene pasar por encima de la Constitución y las leyes.

Lastimosamente, en lo que le tomó aprender la lección, le dejó al vecino otro gorila en su lugar, que viene con el recordatorio de tiempos que creíamos superados, y que ahora sabemos, están a un cachivache presidencial de resurgir.

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