El excesivo consumismo que se da dentro de los mercados muchas veces se constituye en un “mal vicio” para los que nos gustan recorrer los shopping y hacer compras.

Las compras compulsivas constituyen un trastorno cada vez más común dentro de los seres humanos, llamadas también compras emocionales, pues se tratan de bienes que uno muchas veces los adquiere sin realmente tener necesidad de hacerlo, sino simplemente porque vio y le gusto, y muchas veces llevamos a nuestras casas y ni tan siquiera los usamos una sola vez.

Los psicólogos y neurólogos suelen decir que las compras compulsivas generalmente revelan en el individuo una baja autoestima, y que tiene mucho componente de ansiedad e incluso tendencias depresivas. Podría ser, pero la verdad es que hay mucha gente que no padece de ninguna de estas dolencias y lo mismo tienen marcada aversión a estos tipos de compras y ni que decir, por ejemplo, cuando tienen la oportunidad de viajar a ciudades como Miami, en donde hay tanta tentación, pues es casi “la meca” de la moda y de las últimas tendencias en el vestir de damas, caballeros y niños y zas, allí se dan con mayor fuerza la compulsión, y luego cuando nos llega el extracto de la tarjeta de crédito “nos rascamos la cabeza” y nos preguntamos “para qué diablos” compré esto si realmente no lo necesito. Pero todo ello ya sería “llorar sobre la leche derramada”, pues la cuenta está allí presente y hay que pagar. “No hay tu tía en todo esto”.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Las compras compulsivas según algunos analistas constituyen algo más que un despilfarro ocasional con arrepentimiento posterior.

Resulta importante para los compradores compulsivos el poder tener una mayor capacidad de autocontrol sobre sí mismo, tratando de dominar los estados de ansiedad que muchas veces rodea a todo esto, pues de mantenerse invariable dicha tendencia fácilmente uno podrá caer en situación de default en lo personal y ello sería lamentable, pues automáticamente podrías ingresar a los registros de Informconf, y para salir de allí es posible pero dentro de un mercado estrecho como el nuestro en donde casi todos nos conocernos “ya podés quedar marcado”.

En el caso de los compradores compulsivos crónicos sería bueno concienciarlos debidamente de que a las empresas generalmente no les interesa mucho que sea o no un comprador compulsivo. Ellos están en lo suyo, que es tratar de facturar. No pueden antes de tomar la decisión de venderte tal o cual producto “entrar a tu yo interior” y decirte: ¿No te parece que la compra que estás haciendo seria compulsiva?, jamás te los dirán pues no tienen porque hacerlo. Y si te los dicen sería “patear contra su propia olla”.

Las entidades financieras, por ejemplo, muchas veces realizan campañas agresivas y hasta invasivas para ofrecer créditos de consumo. No es absolutamente criticable, pues forma parte del negocio y ellos tienen metas cuantitativas anuales que cumplir dentro de su portafolio global de créditos.

Si bien es dable reconocer que el uso de las tarjetas de créditos son útiles, sobre todo para aquellas personas que tienen un buen control sobre sus finanzas, o quieren salir a la calle sin dinero efectivo, para evitar los peligros que hoy día los tenemos al acecho minuto a minuto, en contrapartida para los compradores compulsivos la tenencia de los plásticos en sus manos es de cuidado, pues ellos no tienen conciencia de que en realidad los mismos son instrumentos de pago, pero dado que disponen de varias tarjetas y la posibilidad de fraccionar los pagos en varias cuotas, pues entonces hacen el ta te ti, y van utilizando casi todas ellas y llega un momento en que haciendo el control de las cuentas consolidadas “están por el cielo” y sobrepasando incluso su real capacidad de repago.

Hoy día en que salvo honrosas excepciones, por supuesto que siempre los hay, la mayoría tenemos nuestro presupuesto ajustado, por lo que siempre es bueno y recomendable decirnos a nosotros mismos: Ok. Voy a usar mi tarjeta de créditos, pero solo para tal o cual cosa y punto.

De esta forma al autodisciplinarnos también se da la posibilidad potencial de que gradualmente las compras compulsivas vayan disminuyendo, a no ser que seamos “verdaderos masoquistas” y decidamos seguir endeudándonos más allá de nuestras posibilidades reales de repago regular de nuestras obligaciones con terceros.

Dejanos tu comentario