Hace una semana el gobierno anunciaba su decisión de poner a una de sus mejores fichas políticas como cabeza del proceso que implica Ciudad del Este y sus muy peculiares elecciones municipales; estamos hablando nada más y nada menos que de Hugo Velázquez, vicepresidente de la República. Esto nos da un muy buen indicio de la importancia que le da la administración actual al tema.

Y es que cargar con la pesada mochila de una eventual derrota electoral que signifique que el segundo municipio en importancia política del país cambie de color partidario gracias a una crisis fogoneada desde el Poder Ejecutivo, no es un punto que nadie quiera inscribir en su curriculum político. Era demasiado iluso pensar que este escenario no sería planteado.

Ahora bien, volvamos a la designación que les mencionaba más arriba. En un principio, la estrategia era para aplaudir porque uno pensaría que la consecuencia natural sería que de alguna manera eso encauce las cosas para el gobierno, que las lleve por el camino de sus objetivos (uno de ellos debe ser, indefectiblemente, consensuar candidaturas al interior de Añetete y luego buscar la unidad de la ANR de caras a la justa electoral) pero por lo que puede verse es que al parecer se les está escapando un detalle: la decisión de poner a liderar un proceso a un jugador de la talla del vicepresidente debe necesariamente incluir una mirada integral que incluya darle carta blanca para ser el único vocero sobre el tema, así mismo que Velázquez le asigne el tiempo conveniente es su agenda para atender las consultas que surjan de los medios y sobre todo y principal: el absoluto silencio de las demás figuras gubernamentales. Así se construye comunicación política y comunicación gubernamental, con orden y disciplina.

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En contrapartida, lo que estamos viendo es que ante la consulta de los medios a otros miembros gubernamentales hay una incapacidad de responder: “de este tema prefiero no hablar, ya hay un vocero designado y les pediría que le trasladen esa consulta”. ¿Suena fácil al leerlo? Sí, pero cuesta horrores en la práctica. Lo que estamos viendo es que apenas aparece un micrófono se lo ve como un instrumento de medición fálico, “cuanto más cerca estoy de un micrófono más grande puede verse mi miembro”. Demasiada inseguridad para seis meses de gobierno, hasta para este gobierno.

Una estrategia de comunicación gubernamental debe –necesariamente– construirse con orden y disciplina en la aplicación; como muchas de las cosas que hacen a la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.

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