Por Felipe Goroso S., Twitter: @FelipeGoroso

Uno de los factores que siempre se han destacado de la izquierda paraguaya es el hecho de tener una agenda definida. Y con agenda me refiero a la agenda política, de aquella compuesta de temas antes que de actividades.

Esto se potenció con la llegada de Fernando Lugo al poder, durante cuyo gobierno se construyó todo un halo de divinidad y una serie de mitos de gobierno estratégicamente planteados. Como resultado se han visto potenciadas secretarías y dependencias del Ejecutivo antes tapadas por las sombras. Porque además de tener una agenda había un relato. Había.

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Sin embargo, esa agenda y relato no alcanzaron para hacer llegar a buen puerto a la administración que tuvo a la izquierda al frente. Se trataba de manejo de poder y perdieron esa batalla. Porque era de izquierda. Mal que le pese a algunos referentes del amplio espectro que compone la izquierda, quienes hábilmente tratan de instalar que no lo fue argumentando que no se tomaron medidas que otros gobiernos de signo similar tomaron en el mundo y en Latinoamérica. Lo que en realidad tratan de construir en el imaginario colectivo es que “otra izquierda, nueva, mejor y verdadera” es posible. No está mal la jugada, sin embargo, aún les va costar reponerse. Y les va costar reponerse por lo que les decía: mantienen la agenda, pero se han quedado sin una narrativa. Y una agenda sin narrativa no se hace carne.

Una muestra de lo que les estoy contando es que no se han visto planteamientos concretos a nivel de iniciativas legislativas, donde quede expresada la agenda. Las excepciones podrían ser el proyecto de ley de paridad y la ley contra todo tipo de discriminación. ¿Dos proyectos de ley en cinco años de legislatura? Como que sabe a poco. O capaz sea suficiente para su electorado, quien les amplió la línea de crédito a una banca más en el Senado, aunque solo en el Senado. Ya explicaré el motivo.

La izquierda sufre de “lugodependencia”. El universo de la izquierda paraguaya gira en torno a Lugo. Es absolutamente lugocéntrica. No ha podido generar liderazgos alternativos que le hagan competencia real. Se han hecho intentos, todos insuficientes. La consecuencia de esa competencia debería de ser (al menos en la teoría) una mayor satisfacción de un electorado que hasta ahora se muestra leal. Hasta ahora.

Y por no ver apeligrado su monopolio de chapa de la izquierda es que no se han animado a ir al fondo de la que deberían de ser iniciativas naturales y propias de una fuerza de izquierda latinoamericana: el matrimonio igualitario, la despenalización de la marihuana y del aborto; entre otros, no han pasado de expresiones sueltas o hechas por pedido de parte. Y no se han concretado no porque no estén en su agenda, sino por carecer de un relato para estas iniciativas. Estas son solo algunas de las batallas que podrían haberse librado desde ese espacio. No han ido al fondo, se han quedado en el contorno.

La ausencia de competencia llega a niveles estratosféricos cuando ni siquiera se ven internas reales, sino la digitación de una lista con porcentajes risibles de renovación. Una digitación que hace foco en la lista para el Senado y que no ha podido mantener la única banca que obtuvo en el período anterior en la Cámara de Diputados. Más muestras de la lugodependencia.

Durante el período democrático hemos visto cómo desde el tercer espacio se han generado tantos nacimientos como velatorios. La izquierda es parte de ese espectro del que en Paraguay ya debería de estar consolidado. La izquierda necesita internas, la izquierda necesita competencia democrática, la izquierda necesita nuevos liderazgos, necesita dejar el contorno e ir al fondo.

Así (tal vez) y solo tal vez dejaremos de ver actitudes dignas de Luis XIV en su referente principal, quien últimamente cree haber concentrado sobre sí todas las potestades del Tribunal Superior de Justicia Electoral, del Poder Judicial, de la comisión vecinal y, por supuesto, de la parroquia. De lo contrario, corren el riesgo de que le terminen triangulando el discurso y robándole sus banderas, el electorado podría cansarse de mostrarle lealtad. Es sabido que el electorado que vota al tercer sector es de los más blandos que existen. Después de todo, de tener agenda y un relato que la acompañe y ayudarle a hacerse carne se trata la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.

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